Cincuenta y ocho años después de la Revolución Castrista, con la muerte del dictador, Fidel Castro, no parece que vaya a finalizar la dictadura comunista estalinista de antes de su muerte. Lo mismo que el coreano Kin II Sung, autonombrado presidente eterno del Corea del Norte, antes de su muerte impuso a los coreanos a su hijo Kin Jong-Il líder supremo, Fidel ha dejado en herencia a los cubanos a su hermano Raúl. Un dictador de segunda mano que sigue ejerciendo el poder desde la soberbia del comunismo más rancio, desde la mentira y el abuso.

Los cubanos se han acostumbrado a vivir pensando que ningún régimen ni ninguna situación de poder dura eternamente y que lo mismo que sucedió en los países de la Europa del Este satélites de la Unión Soviética que fue el espíritu humano, la conciencia, el rechazo del hombre a la manipulación lo que derribó el comunismo y que eso mismo será lo que suceda en Cuba con la muerte de Fidel. Si los Castro creen que van a salir indemnes de régimen se equivocan. La política contiene en sí misma un sin número de tentaciones peligrosas, cuando los que ostentan el poder se entregan a ellas todo se deforma. El poscomunismo no ha instalado en las naciones del Bloque Soviético aún de pleno la democracia, entre otras cosas por la desmoralización general de los ciudadanos, hay demasiados episodios de agresividad de los partidos políticos xenófobos, Chequia, Hungría, Eslovaquia y Polonia, poco acostumbrados a recibir extranjeros, cuando se instala uno en su barrio creen que es un vago que llega para beneficiarse de sus impuestos. Quizás sea esa la peor herencia que deja el comunismo en todas las capas sociales especialmente en la nomenclatura que siempre se acomoda mejor que nadie a la nueva situación.

Los cubanos, son ya dos generaciones, después de cincuenta y ocho años de comunismo, desconfían de cualquier tipo de regulación estatal porque todas se han hecho desde la ortodoxia de la verborrea de los Castro en los cuales el poder no tiene equilibrios de ningún tipo y ninguna perspectiva para las nuevas generaciones.

Cuando escuché a Raúl Castro dando la noticia del fallecimiento de su hermano me dio la impresión que estaba oyendo el discurso de Mao Tse Tung explicando la reforma agraria a los chinos. Hasta ahora, la apertura de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos de Norteamérica, el único beneficio que les ha traído a los cubanos es la devolución a la jerarquía de la Iglesia Católica de algunas propiedades expropiadas en los días de la revolución como pago de las gestiones diplomáticas, un adelanto restauracionista que todavía no ha llegado a los balseros. "Ni está ni se le espera".

¿Qué síntomas hay de esa trasvaloración que mediante mensajes implícitos de los Comandantes Fidel y Raúl Castro se puedan intuir? Yo me voy a referir solamente a uno, se trata de la glorificación incondicional y repetida, día tras día, y discurso tras discurso de la Revolución Cubana que ensalza los avances en los campos de la biomedicina mientras encarcela a los adversarios políticos y desdeña a los intelectuales que censuran su falta de libertades. El modelo de política, cultura y sociedad ensoñado e históricamente falso es el que se propone para el posfidelismo.