Monleras. El viernes disfruté una vez más de la práctica de campo que varios profesores y un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad de Salamanca, realizamos a la localidad salmantina. No es la primera vez que pisamos las calles y conversamos con las personas de un pueblo que se ha convertido en un modelo de desarrollo local gracias a dos pilares fundamentales: la participación activa de los vecinos y la construcción de servicios públicos, infraestructuras y equipamientos adaptados a las necesidades de la población. Un modelo que ojalá pudiera exportarse a otras zonas; sin embargo, no lo es porque el éxito de Monleras descansa en una filosofía del desarrollo comunitario que encaja muy mal con algunas conductas nocivas que se observan en numerosos rincones de la geografía nacional: dirigismo, clientelismo, caciquismo. ¿Les suena? Por eso Monleras sigue siendo una referencia para muchos ciudadanos que aún seguimos creyendo que otro futuro es posible en el mundo rural.

Castro. Las noticias del sábado por la mañana me despiertan con el fallecimiento del líder de la revolución cubana, Fidel Castro. Amado y odiado dentro y fuera de la isla, con Castro desaparece un símbolo para todos los que en algún momento creyeron, o aún siguen creyendo, que las revoluciones políticas son una de las herramientas más potentes para cambiar y transformar el sino de las sociedades. Y es verdad que lo han sido y lo siguen siendo, aunque en muchas ocasiones las consecuencias de las revoluciones conlleven consecuencias no previstas o difícilmente asumibles por los ciudadanos. En el caso cubano, el dilema ha sido cómo compaginar la planificación y el dirigismo estatal con otros aspectos clave en la vida de los cubanos, como la libertad en sus distintas expresiones y manifestaciones. Por eso, la muerte de Castro de nuevo ha puesto sobre la mesa el debate sobre cómo conjugar el dirigismo político con la libertad o la lucha en favor de la igualdad con el fomento de las capacidades individuales.

Barberá. El fallecimiento de Rita Barberá, senadora del Partido Popular, exalcaldesa de Valencia e imputada en varios asuntos judiciales relacionados con las tramas de corrupción en la capital del Turia, ha desatado un debate con respecto al minuto de silencio que se le guardó en el Congreso de los Diputados y los reconocimientos populares realizados en distintos puntos de la geografía valenciana. Ante un suceso doloroso, como puede ser el fallecimiento de cualquier persona, la compasión y la cercanía con los familiares del difunto suelen ser las conductas más habituales de los seres humanos. En este caso, sin embargo, se han manifestado las contradicciones valorativas que a muchas personas puede ocasionarles un suceso luctuoso si quien lo protagoniza no ha tenido a lo largo de su vida un comportamiento modélico y ejemplar. Y este corolario sirve tanto para el hecho que nos ocupa como para otros actos de la vida protagonizados por cualquier ciudadano, sea o no sea un político profesional, como Barberá.