España, los españoles, el rey Felipe VI símbolo de la unidad y la permanencia de la nación, los diputados y senadores elegidos por la ciudadanía, los representantes de los órganos constitucionales y los poderes territoriales, es decir, todos aquellos que representan la diversidad, la pluralidad, la tolerancia y el respeto, no se merecen lo que unos cuantos maleducados e insensatos hicieron o dejaron de hacer durante la sesión solemne de inicio de legislatura que fue mucho más que un acto protocolario y en el que el rey de España pronunció un discurso impecable, muy elogiado dentro y fuera de nuestras fronteras.

La imagen de la esencia democrática se vio ligeramente desvirtuada por el comportamiento de los que tanto nos han avergonzado a la mayoría: las Bescansa, los Errejón, los Iglesias, los Cañamero y esa caterva de impresentables que han elegido el peor camino para hacerse respetar. Ese populismo trasnochado que representan los citados no tiene apenas recorrido de futuro. En cuanto las aguas de la crisis vuelvan a su cauce no van a poder mantener el circo que han montado utilizando el Parlamento como sede para lo único que saben hacer: el payaso, además de hacer de la provocación una actitud, un ejercicio permanente que solo puede conducir a la confrontación.

Más allá de adscripciones monárquicas o republicanas, la apertura solemne de la legislatura está por encima de las ideologías. Y de toda esa cantidad de chorradas que algunos se empeñan en disfrazar de libertad de expresión y esas excusas que emplean para hacer lo que les da la gana, travistiéndolas de democracia, de libertad, de independencia, de pluralidad y de todos esos valores que en las filas de esta gente, los Podemos y sus mareas, no cotizan porque no existen.

Cuán deplorable la imagen dada por los Errejón y compañía disputándose, como auténticas comadres, unos asientos que en un día como el de marras no tienen nombre. O se llega a tiempo o se queda uno sin plaza en el hemiciclo. Pero es que eso ha sido así siempre, eso es ya una tradición, una costumbre y costumbres hacen leyes. La camiseta de Cañamero tan impresentable como él. Nunca el Congreso de los Diputados había caído tan bajo como desde el momento en el que albergó a este individuo. Pero, claro, es que eso es también democracia. Cómo se pondrían los susodichos si el resto de diputados acudieran con camisetas que no dejaran bien parados a estos protestones de oficio y de beneficio. Ya sabemos que Diego Cañamero no votó a ningún rey. Me gustaría saber si votó la Constitución que le permite ocupar escaño para hacer lo que mejor conviene a sus intereses, no a los de España y los españoles, y si fue de los que apoyó la democracia. Porque a estos se les llena la camiseta de mensajes, pero no tienen trayectoria democrática alguna.

Que no señor, que no es más demócrata el que chilla más, el que se manifiesta más, el que alardea más, el que insulta más, el que provoca más o el que utiliza camisetas para hacer publicidad a su ideología y tratar de fastidiar cuanto más, mejor. Pero, dígaselo usted a todos estos impresentables. Por cierto, por sobrar sobró igualmente la bandera republicana que alguien colgó en la balconada. Bandera que no se retiró porque, a diferencia de todos ellos, la presidencia de la Cámara fue tremendamente respetuosa.