El 18 de noviembre de 1955 Marruecos se independizó de España y Francia que habían ejercido el Protectorado en su territorio desde 1912.

La historia de Marruecos se remonta a la época capsiense (cultura prehistórica del norte de África) entre el 10000 y 6000 antes de Cristo. La lengua bereber llegó probablemente al mismo tiempo que la agricultura y fue adoptada por la población asentada allí.

La genética marroquí puede ser el resultado de la mezcla de grupos étnicos bereberes, árabes, fenicios, judíos sefardíes y africanos subsaharianos.

En lo que ahora es el desierto del Sáhara, se extendía una sabana en la que prosperó una cultura de cazadores y pastores hasta que la región comenzó a desecarse como resultado de los cambios climáticos a partir del 4000 a. C.

Los fenicios, en sus recorridos por el Mediterráneo, fundaron los primeros asentamientos en la costa de Marruecos hacia el siglo XII a. C., instalando depósitos para la sal y minerales a lo largo de la costa y en las riberas de los ríos del territorio. Fenicios y cartagineses establecieron relaciones comerciales con las tribus del interior, pagándoles un canon para asegurarse la cooperación en la extracción del mineral.

En el siglo V a. C. Cartago había extendido su hegemonía por el norte de África. Hacia el siglo II a. C. emergieron algunos reinos bereberes que crecieron y se desarrollaron con una cierta autonomía. Después de la caída de Cartago, el área fue anexionada al imperio romano en el año 40 a. C. Roma procedió a dividir el reino mauritano en dos provincias: Mauritania Tingitana y Mauritania Cesariense, correspondiéndose la primera con el norte del territorio actual de Marruecos. Sin embargo, la influencia romana se circunscribió fundamentalmente a la costa y a las colonias romanas: La actual Tánger, Assilah, Larache, Valentia Banasa y Volubis; puesto que la soberanía sobre la mayor parte del interior de las provincias se ejercía mediante jefes mauritanos locales.

El cristianismo fue introducido en el siglo II, ganando adeptos en las ciudades y entre los esclavos y granjeros bereberes. En el siglo IV las zonas romanizadas eran cristianas, así como algunas tribus del interior. También se estableció una numerosa colonia judía.

En el año 429 la zona fue invadida por los vándalos, quienes saltaron desde la península ibérica. No obstante, ninguna dominación extranjera consiguió penetrar más allá de la costa y se limitaron principalmente a tener asentamientos comerciales para sus rutas por el Mediterráneo, ya que las tribus bereberes de la zona nunca se dejaron dominar. Los romanos consideraban a los bereberes como una raza ingobernable, que causaba problemas constantemente a las legiones cuando intentaban fundar asentamientos romanos permanentes.

En el año 682 el califato Omeya invade todas las regiones del norte de Marruecos, aunque tardaron casi un siglo en completar su conquista. Durante el reinado de Abderramán III, 912-961, las plazas de Tánger, Ceuta y Melilla fueron dominadas por el califato de Córdoba, y en el reinado de Hisam II Almanzor logró imponer su autoridad en el norte de Marruecos y en el Magreb central.

En 1260 Alfonso X el Sabio ocupó Rabat y la incendió. En esta época los reinos más poderosos eran el de los benimerines en Fez y el de los ziyaníes en Tremecén.

La región sufrió sucesivas invasiones de tribus árabes que aseguraban ser descendientes del profeta Mahoma. Estas tribus fundaron nuevas dinastías: primero surgió la saadí, y después la de los alauitas, que se ha mantenido en el poder desde el siglo XVII.

Entre 1912-1956 se impuso el protectorado francés, y se acordó otorgar a España, para nivelar el balance de fuerzas entre Francia e Inglaterra en la zona, el llamado Protectorado de Tetuán o Marruecos español. La ciudad de Tánger se convirtió en ciudad internacional.

Después del establecimiento del protectorado conjunto, el Rif mantuvo su resistencia al dominio extranjero. Habitado por tribus berberiscas, siempre resistió a las tentativas de invasión venidas de los reinos cristianos del norte, España y Portugal.

Los españoles, a los cuales tocaba la administración de esta región, sufrieron una serie de incursiones contra sus intereses industriales en Marruecos, lo que provocó la declaración de guerra. Las derrotas del Barranco del Lobo y el Desastre de Annual llegaron a provocar graves crisis en el Gobierno de España. El 8 de septiembre de 1925 España lanza el desembarco de Alhucemas, bajo la dictadura de Primo de Rivera, poniendo fin a la guerra con aquel desembarco aeronaval.

En 1956 Marruecos consigue la independencia, y Mohamed V comienza a reclamar algunos territorios, pasando a la vez de sultanato a reino. En diciembre de 1957 fuerzas irregulares marroquíes atacaron el territorio español y asediaron la ciudad de Ifni. En 1958 se firmaron los acuerdos de Angra de Cintra y España cedió Cabo Juby a Marruecos. En 1961 falleció Mohamed V, subiendo al trono su hijo Hasán que puso en marcha un sistema parlamentario en el que, sin embargo, continuaba teniendo muchas prerrogativas que, en la práctica, el sistema político se parecía más a una monarquía absoluta que a una monarquía constitucional de tipo europeo.

Mohamed VI, hijo de Hasán II, subió al trono el 23 de julio de 1999, tras la muerte de su padre. Ha declarado que la justicia, la educación y los derechos humanos formarán el esqueleto de su política, aunque para los saharauis hay una ocupación indebida de su territorio por parte de Marruecos, aun cuando el Comité Especial de Descolonización de la Organización de las Naciones Unidas no reconoce la soberanía marroquí sobre el territorio del Sáhara occidental.