En el año del señor de 1975, triunfaba la película "Dersu Uzala". No viene a cuento narrarla, pero quizá sí recordar esa secuencia memorable del trampero de la taiga siberiana que, viéndose sorprendido al atardecer, por una tormenta, construye con frenesí un iglú de juncos y retama para pasar la noche y evitar morir congelado. Quince años antes, en un trigal pegado a la reserva de las Lagunas de Villarrín y Villafáfila, dormía al raso, bajo un iglú de espigas (en Zamora lo llamamos "morena") un servidor, que era un niño, como pueden suponer.

Mis padres andaban acarreando, como todo el mundo mundial de los mindundi del campo. No podían dejarme con nadie.

A las dos de la madrugaba sonaba el despertador para Zamora, buena parte de Castilla y de la España seca. Era el horario de estío pero no el reducido de oficinas, sino el "generosamente ampliado" del verano en el campo. Se hacían dos viajes a las tierras para llenar la era y empezar la trilla no más tarde de las diez de la mañana.

Me llevaron dormido, a la ida, en el carro. Decidieron mis padres dejarme así, bajo un iglú de espigas para volver a recogerme y cargar el segundo viaje. No hubo fotos, no hubo cámaras, solo el recuerdo estremecido del niño que lo vivió, y ahora escribe.

Escucho por la radio que se ha hecho viral la foto -hecha por el profesor- de una mamá joven argentina, haciendo un examen con su hijita en brazos. Ya vimos algo parecido aquí. Ya les vale.

Perdonen ustedes. Exhibirse de madre o de padre, cuando menos, es poco elegante.

La mayoría del mundo mundial ha tenido unos padres que se han partido la crisma y los brazos para criarnos, sin el ojo delante del "Gran Hermano".

Pero tampoco hubo cámaras ni fotos, cuando mi bisabuela dejó huérfano a mi abuelito, a causa de un "síncope", como se decía entonces, en pleno páramo zamorano. Nada se pudo hacer, no había móviles; la única cobertura era la del cielo, rabiosamente azul, testigo de la tragedia inesperada. Mi abuelo quedó huérfano con edad escasa hasta para contarlo, con una hermanita entrañable y una madrastra de los cuentos, en toda regla. También quedó alérgico a la leche ¡qué menos! Algo que no heredé, pero no miento si les digo que hay noticias que se me atragantan.

Cuando queremos olvidar nuestro pasado o actuar como si fuésemos los pioneros del Polo Norte, a ver qué ley de Educación inventamos.

Perdonen que no dé ejemplo. La primera redacción de este escrito la hice con mi nietico en brazos.