Nos permitimos el lujo de opinar sobre el resultado de las recientes elecciones en EE UU. Con carácter general opinamos que el candidato que las ha ganado es un hombre peligroso, de pensamientos neandertales y sentimientos aviesos, que nadie puede explicarse cómo una persona con ese perfil puede haber llegado a ganarlas. Y al que más y al que menos nos da miedo el susodicho señor y cargamos contra él por sus manifestaciones sobre las mujeres y los emigrantes, cuando lo cierto es que le han votado la mitad de los ciudadanos americanos, 60 millones de personas, y sería a estos 60 millones a quienes tendríamos que preguntarles por qué lo han hecho. Y es que el señor Trump, ahora presidente del país más poderoso del mundo, no ha engañado a nadie, ya que tanto por activa como por pasiva explicó en su campaña lo que iba a hacer si resultaba elegido. De manera que a quien habría que tener más miedo que al presidente sería a los 60 millones de americanos que le han concedido su voto.

Pontificamos sobre quién sí o quién no, olvidándonos que nosotros venimos de votar de manera mayoritaria a partidos políticos en los que la corrupción no les ha supuesto ningún menoscabo. Es más, cuantos más casos de corrupción les han ido apareciendo, más votos han recogido; baste repasar los resultados electorales en Valencia o Andalucía para comprobarlo. Y si esta reflexión no nos resultara suficiente, volvamos a repasar los votos conseguidos por el partido del gobierno en las últimas elecciones, con los casos Gürtel y Púnica siendo protagonistas en los juzgados, que no solo no les han resultado dañinos, sino que les han venido a conceder un mayor número de votos. Pero parece que a nosotros estos casos se nos han ido olvidando y nos permitimos pontificar sobre lo que hacen o no hacen los americanos.

No soy uno de los que le cae simpático este presbiteriano de Nueva York, formado en una prestigiosa universidad, pero tampoco quién para decir si los americanos se han equivocado, porque me acuerdo de en qué país vivo y a quién he votado, y la verdad que, tal y como marcha la cosa, sin duda, no he acertado.

Este hombre, que acaba de ganar las elecciones en USA, de momento no ha engañado a nadie, cosa que sí hacen nuestros políticos de manera continuada, porque lo que hoy dicen blanco, mañana aparece pintado de negro, y a nadie le sorprende que se llegue a defender una cosa y la contraria. Si nos refiriéramos a nivel local, podríamos recordar, bajo la melancólica media luz del atardecer que nos ha traído el otoño, cómo nos engañan continuamente. Mismamente, una actual senadora prometió, en su día, acabar con los accidentes producidos por animales pertenecientes a especies cinegéticas en las carreteras de la provincia -que algunos cifran en 800 casos al año- y la cosa continúa igual, y parecidas las largas que se le están dando por parte del actual subdelegado del Gobierno: a ambos políticos quizás no les hayan faltado las palabras, pero sí los argumentos. O también la puesta en marcha del proyecto de biorrefinería en Barcial del Barco, un centro productivo que en opinión de la comunidad autónoma es de "gran interés para la región", y que la Junta, en palabras de su delegado en Zamora, dice que "colaborará en la medida de sus posibilidades". Pero ¿cuáles son sus posibilidades? ¿Con qué o con cuánto va a colaborar la Junta de Castilla y León al respecto?: de sus palabras parece deducirse que con cero euros. Pues eso, que todo se promete y nada se resuelve, aunque eso no impida que nos armemos de hondo fervor patriótico para pedir a bombo y platillo que se reponga la bandera de España en La Marina, ya que, al fin y al cabo, unos cuantos metros de tela los admite cualquier presupuesto, incluido el de nuestro Ayuntamiento.

Lo cierto es que, aunque Zamora solo sea una lámpara incandescente de pocos vatios, que alumbra poco y apenas llega a verse desde la distancia, no es óbice para que nos armemos de argumentos para darles lecciones a los americanos y decirles cómo deben comportarse, obviando que aquí llevamos 40 años de democracia y los yanquis no han conocido otra cosa en los 240 años de la existencia de los EE UU. Pues eso, que son ellos los que se equivocan.