Este mundo en el que vivimos está lleno de contradicciones, mientras que una parte muere de hambre o padece desnutrición, en la otra cada vez son más las personas que padecen trastornos de alimentación como la anorexia, la bulimia y otros, a pesar de que abundan los alimentos y nutrientes para llevar una vida saludable.

Estos trastornos generan un grave problema de salud por su cronicidad, por el sector de población afectado y por su incidencia cada vez mayor, así como el coste sanitario de las múltiples secuelas físicas, psicológicas y sociales que provocan a quienes los padecen.

Las causas son múltiples, pero una de las más importantes son los nuevos valores e ideales con respecto a la belleza, radicalmente distintos a épocas anteriores -"la extrema delgadez"- que se considera como imagen positiva asociada al éxito, pero sus consecuencias pueden ser graves y patológicas.

¿Nuestra sociedad los favorece?

¿Los nuevos valores de las sociedades de consumo los potencian?

Los medios de comunicación, el cine, la televisión, Internet, etc., contribuyen a su propagación: imágenes, anuncios, programas?, el fomento del culto al cuerpo, ideales de belleza que se compran y se venden, que son irreales, "anti natura", modelos culturales en los que todo es posible, siempre que puedas pagarlo. Un ideal de belleza costoso y artificial.

Este sector de la moda y la publicidad ha hecho de la delgadez el símbolo del éxito social y personal y un buen negocio.

Las mujeres son más vulnerables a este bombardeo de los medios. Como en todo, se les exige más, tanto en lo intelectual como en lo físico, la sociedad de las "superwomans", por ello la proporción de mujeres que padecen trastornos de alimentación es de 1 a 10, aunque en los últimos tiempos va disminuyendo la diferencia (a los chicos se les atrapa con otro modelo estético de vigorexia que supone el camino a patologías físicas y mentales de la misma magnitud).

Las chicas que padecen trastornos de alimentación suelen presentar un perfil de mujeres estudiosas, perfeccionistas, sensibles, con un alto nivel de exigencia.

También el colectivo femenino de adolescentes es un grupo de riesgo a tener en cuenta por ser presa fácil de la publicidad, quieren marcar la diferencia, afianzarse en un modelo de mujer indecentemente exhibido por algunos de los medios de comunicación, asociado al éxito, al erotismo y al triunfo fácil y rápido.

Se altera la percepción de su imagen corporal, se ven gordas cuando están famélicas, pero esto solo es lo que brota a la superficie. Hay ansiedad, frustración, miedo, angustia, insatisfacción y otras muchas alteraciones de sus emociones que les generan un profundo sufrimiento y se convierte en su forma de morir.

Cuando los enfermos dicen estar gordos quieren decir que no son lo suficientemente buenos para ser aceptados o para ser competentes. El sacrificio de estar delgado se convierte en el tributo a pagar para estar entre los mejores, para triunfar. Son los valores de una sociedad competitiva, excluyente, que genera en los individuos un estrés añadido y una relación social insana.

Es un tema de salud que requiere un análisis social

¿Vivimos en una sociedad tóxica que hace enfermar a sus individuos más vulnerables?

¿Qué valores estéticos estamos dispensando a nuestros adolescentes?

¿En qué marco nos movemos, qué referente de valores tenemos y comunicamos, cómo ayudamos a nuestros jóvenes a formar su identidad en una sociedad de mercado? En esta sociedad en la que solo importa el beneficio, en la que el ciudadano es un mero consumidor, la trampa consiste en crear necesidades y cultivar la insatisfacción, dando como resultado la frustración y todas las patologías que la acompañan.

¿Cómo puede una sociedad de libertades discriminar a sus ciudadanos por la talla o el aspecto físico?

Una sociedad de mercado en la que todo vale si se obtiene rentabilidad, que establece una relación de dominantes y dominados. Nos hacen creer que el aspecto físico es sinónimo de éxito y que el cuerpo puede hacerse de encargo con dietas, cirugías y productos adelgazantes miles. Generan insatisfacción, necesidad y solución "pasando por caja". Una nueva relación de poder y mercado que conduce a muchos individuos vulnerables a enfermar.

Muchos de nuestros jóvenes han cambiado su ideal de rebeldía, donde antes se buscaba cambiar el mundo ahora buscan una adaptación individual a una sociedad de valores intrascendentes que les conquista con "cánticos de sirenas", la dictadura variable de las modas.

Se les hace sentir culpables trasmitiéndoles que no es la sociedad la que ha de cambiar, sino ellos mismos, centrando sus energías en acciones tan banales como querer adaptar su identidad a unos cánones virtuales, pasajeros e imposibles. Pero lo más grave de esto es que les cuesta mucho dolor? Y a veces, la vida.

Pero? ¿Quién hay detrás de estos cánones de belleza y éxito? Un mercado que factura millones y millones de euros. La publicidad nos dice cómo debemos ser y el mercado nos proporciona los medios y servicios para conseguirlo previo pago. Es un sistema simple y lícito pero en muchas ocasiones patógeno. Se interiorizan los mensajes sin filtro previo y cada vez son más pequeñas y más numerosas las chicas y mujeres que sucumben realizando dietas dramáticas, acudiendo a cirugías o enfermando física y psíquicamente.

Los trastornos de alimentación generan un coste individual, familiar y social altísimo.

La persona que enferma pierde el control de su propia vida, desarrolla angustia, ansiedad, miedo, aislamiento alteración de la percepción, de la concentración, problemas digestivos, bucales, de riñón, de corazón, pérdida de la menstruación en las chicas y un sin fin de consecuencias que pueden conducir a la muerte. La familia se ve desbordada y sufre de múltiples problemas.

La sociedad pierde individuos muy válidos además del coste sanitario que generan estos pacientes crónicos.

Sería necesario volver a una pedagogía que fomente el espíritu crítico.

Mi propuesta: la rebeldía. Entender que todo esto es una trampa cuyo precio es la autoestima personal y el sometimiento. Y despertar a la conciencia de que somos más que una talla.

Somos personas libres, independientes y únicas cuyo destino en la vida es ser felices.

(*) Psicóloga. Asociación zamorana contra la anorexia y bulimia