Esta vez no pudo ser. Una mujer y demócrata en la Casa Blanca. La rebelión de las "first ladys", es decir, las primeras damas, es un hecho. Antes de Hillary pudieron ser otras pero no se atrevieron a desafiar las reglas. Eran tiempos de hombres, también como ahora, solo que más pronunciados. Hillary ha puesto toda la carne en el asador pero no ha sido suficiente. Entre otras cosas porque miles de mujeres blancas la traicionaron dando la victoria a Trump por 10 puntos pese a su machismo y toda esa retahíla de lindezas que venimos escuchando hace meses y aún ahora cuando ya es el presidente electo de los Estados Unidos de América.

Ocho años se calcula que puede estar el multimillonario ocupando el despacho oval. Con 78 tacos a su espalda irá bien servido si antes un "impeachment" por hartura o vaya usted a saber, no lo releva de inmediato del poder. La atención de muchos estadounidenses y de los que no lo son está puesta en Michelle Obama. Son muchas las aportaciones que la hasta ahora primera dama ha hecho durante los ocho años de mandato de su marido. Michelle es una mujer brillante, una mujer inteligente, una mujer con don de gentes que no ha pasado desapercibida, como no pasaron en su día, por circunstancias bien diferentes, Jacqueline Kennedy y Eleanor Roosevelt, una por su elegancia y otra por su faceta solidaria.

Michelle Obama es dueña de una brillante oratoria, es cercana y eso se siente y se agradece, es natural, sin sofisticación alguna y maneja las redes sociales como si ella misma las hubiera inventado. Se la va a echar de menos. Todo se andará. Descendiente de esclavos, criada en un barrio obrero de Chicago y formada en Harvard, Michelle encarna el sueño americano a la perfección. Dicen los que bien la conocen que tiene sus ojos puestos en el horizonte de 2025. Quizá, Michelle sea el último sueño demócrata. Con su discurso de apoyo a Hillary Clinton, tras dejar a un lado las diferencias que siempre las han separado, se metió en el bolsillo a todo el mundo, al país, al partido y a todos cuantos verían con buenos ojos su candidatura para convertirse en la primera mujer, ¡y negra!, en llegar a la White House.

Su asalto a la presidencia sería el próximo gran episodio del avance democrático en Estados Unidos. Michelle tiene, además, el don de no dejar indiferente a nadie. Sus discursos impecables, su defensa de los valores fundamentales del país, su saber estar, su generosidad de miras, su simpatía natural. ¡Pues claro que una mujer puede llegar a la presidencia del país más poderoso del mundo! A lo mejor Hillary, a pesar del esfuerzo, no era la elegida para hacer historia. Michelle comunica a la perfección, con confianza, decisión, firmeza y esa cercanía que tanto gusta de la señora Obama. A lo mejor, quién sabe, a partir de ella, los maridos empezarán a ser los señores que lleven a gala el apellido de su esposa.