Hay que imaginarse lo que sería la vida si cada trabajador pudiese ponerse el salario que quisiera y otorgarse a sí mismo cuantos privilegios laborales y personales le viniesen en gana. Sería Jauja, eso. Y eso es, precisamente, lo que hicieron en España los políticos de la transición y cuantos les sucedieron, un aluvión de mediocres e ineptos, cuando no corruptos, en la mayoría de los casos que, encima, vieron facilitada su labor por la marcha de los más destacados que abandonaron el ámbito político en cuanto vieron el nivel tan bajo en el que se desarrollaba. Que gente como Zapatero y Rajoy hayan llegado a ser jefes de Gobierno ya lo dice todo.

Pero es lo que hay y ese es el sentir general. Sin saber hacer la o con un canuto, o no haber leído un libro en su vida, en política se puede aspirar a todo, siendo mucho lo que hay por ganar. En provincias, sobre todo, donde se les conoce, no se puede evitar la risa del paisanaje y su "ay, fulanito, quién te ha visto y quién te ve". Pero a ellos les da igual, usando y abusando del dispendio público consentido y hasta forzado, como ocurre con el aforamiento de los parlamentarios, al que no pueden renunciar. O con sus sueldos y demás emolumentos, caso que se ha repetido alguna vez, pocas, cuando algún diputado o senador honrado de la periferia pero con piso y residencia en Madrid ha pretendido renunciar a las generosas primas que por tal concepto se les otorga.

La cosa llega hasta el extremo de que hay 70 parlamentarios a los que los españoles les pagamos hasta el wifi de casa. Y es que tienen derecho a ello. Como a todo el kit tecnológico de ultima generación, compuesto por iPhone, iPad, y ordenador. El resto, supongamos que por un mínimo de vergüenza, han renunciado a que se les abone la conexión. Desde luego, los acusadores de la casta política actual, a la que trataron de suplir, o sea Podemos, no han admitido el pago, y lo mismo hay que decir de Ciudadanos. En el resto de todo hay, pues tanto diputados del PP como del PSOE como de los grupos minoritarios no le han hecho ascos al asunto, como no se lo hacen a nada donde haya que poner la mano. Lo que estaría, pero que muy bien, es que se hiciesen públicos los nombres de aquellos a quienes pagamos el ADSL, por curiosidad. Claro que, al menos hasta hace poco, incluso la cafetería del Congreso era subvencionada oficialmente para que sus señorías pudiesen tomarse los gin tonics a mitad de precio.

Qué tropa, como dijo aquel. Las tarjetas black, el rescate a los bancos, la corrupción de Gürtel, la Púnica, los ERE de Andalucía. Y mientras, ocho millones de pensionistas con pesadillas acerca de lo que puede pasar con sus percepciones cuando se acabe la hucha. Seguirá habiendo dinero, aseguran los que mandan, pero habrá que subir todavía más los impuestos. Incluso anuncian ahora que los que se jubilan podrán buscarse otro trabajo, excepto los funcionarios. Como hay tanto empleo. Que se lo pregunten a los cuarto millones de parados, Y es que parece un chiste malo, pero que demuestra que el Gobierno de Rajoy seguirá igual, protegiendo a los suyos y empobreciendo a los demás.