Contra los pronósticos, las encuestas y las campañas mediáticas, el candidato de la derecha estadounidense, el republicano Donald Trump, se ha impuesto, con rotundidad, en las elecciones de su país, del que pasa a ser el presidente número 45, y lo hace en una situación cómoda, con mayoría tanto en el Congreso como en el Senado. Un baño por el conservadurismo que muchos han creído que le iba bien, que estaban necesitando urgentemente los Estados Unidos de América.

Los resultados lo demuestran. Y es que la progresía light de los demócratas de los Clinton y los Obama no solo no había solucionado en tantos años los muchos problemas económicos y sociales que ya se arrastraban sino que en muchos aspectos, en clave de pura humanidad, los había agudizado aunque los envolviese tras el celofán de lo políticamente correcto. Los dos candidatos de ahora, Trump y Hillary Clinton, caían mal, no gozaban de simpatías, solo que allí no se ha impuesto, como en España con Rajoy, la opción del mal menor como era considerada una victoria de la aspirante derrotada.

Fue una campaña muy dura, con acusaciones y escándalos por los dos lados, pero al final ha resultado que el mal menor era el republicano. Trump quiere restaurar, ha dicho, el sueño americano de siempre. Habrá que ver si es sueño o pesadilla. Podía haberse hecho mejor, pero alardea el hombre de haberse hecho a sí mismo, y de representar ese sueño. Es el icono de la incorrección política, dice lo que piensa en todo momento, y si bien no gustan, incluso a los suyos, muchas de las cosas que proclama, hay gente que apuesta por la brutal sinceridad, la que se sale de los moldes establecidos, y por eso le han votado. Su campaña, en todo caso, ha sido una demostración de inteligencia práctica y flexible, con marcha atrás en cuanto se daba cuenta de que pisaba terreno pantanoso.

Como se esperaba, las bolsas de todo el mundo han bajado en cuanto se supo o se intuyó la n Ibex, en España, lo ha acusado. Pese a ser un empresario millonario y de éxito, sufre el rechazo de los poderes económicos. Pero ya se sabe la facilidad de adaptación que tienen esa clase de poderes fácticos. Rajoy ha sido uno de los primeros en felicitar al nuevo presidente USA con el que cabe esperar un buen entendimiento, y más si Estados Unidos recupera principios y valores tradicionales y básicos para la derecha, que es lo que ha venido pregonando el candidato en sus promesas electorales. Claro que, aunque vaya a ser el presidente de todos, como ha recalcado, a ver cómo se desenvuelve con la población negra, con los inmigrantes y con las mujeres, que han sido los sectores más beligerantes en su contra, por su racismo y machismo.

Mientras, la señora Clinton ha hecho mutis por el foro de manera discreta, presuponiendo que la derrota sufrida es el fin de su carrera política, tan dilatada, pero en la que no ha conseguido levantar el vuelo decisivamente. Nunca ha acabado de convencer, y no parece que ya le quede demasiado tiempo para volver a intentarlo. Difícilmente será la primera presidenta de Estados Unidos.