Tanto bregar para conseguirla, tanto luchar para alcanzarla, tanto como individual y colectivamente nos hemos dejado en el camino para consolidarla y ahora resulta que la libertad en España sigue siendo una utopía. Mientras en unas comunidades se ha traducido en el libertinaje de los que han llegado dispuestos a cambiarlo todo a su conveniencia, nunca a la de los ciudadanos, en otras la libertad que se quiere respirar llega acompañada de grandes dosis de ira, de odio, de rencor, de todo aquello que o no se ha superado del todo o algunos quieren que no se supere, prefieren que permanezca, que se enquiste entre la ciudadanía. Divide y vencerás.

Al final, van a tener razón los viejos de la canción aquella de Jarcha, "hay dos Españas que guardan aún el rencor de viejas deudas y que este país necesita palo largo y mano dura para evitar lo peor". Sería terrible, después de estos años de conquista y disfrute de la libertad que ha costado sudor, lágrimas y sangre, volver a lo que algunos no quieren que se supere. Resulta tremendo que esos pocos sean precisamente jóvenes que no vienen de las dos Españas. Dónde está, volviendo a la canción de Jarcha, la gente aquella que solo deseaba "su pan, su hembra y la fiesta en paz". La gente aquella que gritó ¡libertad!, y la recibió sin ira, y la disfrutó sin ira, y la forjó sin ira, pidiendo que cada cual se guardara su miedo y su ira, porque a España había llegado la libertad para instalarse, para quedarse definitivamente entre nosotros, ganada a pulso, con cabeza y sujetando al corazón para que no se desbocara.

Al cabo de estas décadas de pretendida libertad sin ira descubrimos que los viejos aquellos de la canción tenían razón, "que todos aquí llevamos la violencia a flor de piel". Puede que ese aquí no sea Castilla y León, Extremadura o Cantabria, pero sí lo son otras comunidades. ¿O acaso no está la violencia a flor de piel en Navarra tras los hechos de Alsasua o más recientemente en Bilbao donde el presidente de Nuevas Generaciones del PP en Vizcaya fue agredido por un joven proetarra que, sin venir a cuento, le propino un puñetazo que le dejó la mandíbula maltrecha? O la intransigencia en Cataluña contra los que lucen la bandera de España, defienden las costumbres de la patria o hablan el universal idioma de Cervantes. A lo mejor es que ellos entienden así la libertad, una libertad con ira.

Pero es que la ira como la violencia sOlo engendra ira y confusión y confrontación y hay que valorar mucho lo logrado para no responder de otra forma que no sea con la razón. Por eso no se entienden la violencia verbal, los modos y maneras iracundos, la colérica forma de expresarse de quienes acaban de llegar al Parlamento y hacen de ese lugar en el que supuestamente estamos representados todos los españoles algo peor que una taberna de puerto, con un lenguaje tabernario, donde algunos defienden las actuaciones del proetarra de Bilbao o de los energúmenos de Alsasua que agredieron a dos agentes de la Guardia Civil fuera de servicio y a sus parejas o le otorgan al etarra Otegi la consideración de "hombre de paz".

Pobre España, quieren fabricarte un clon con el que pretenden helarnos el corazón a todos los españolitos que queremos vivir la vida y la fiesta en paz y con libertad sin ira.