Era la una de la madrugada del día 8 de agosto del año 1879, los pacíficos habitantes de la Plaza Mayor dormían tranquilamente cuando las voces de ¡fuego! dadas por el sereno de la zona y algunas personas que todavía estaban por las escalerillas del Consistorio pusieron en alerta a toda la población.

En la droguería de don Pedro García, un cajón de sustancias inflamables estaba ardiendo en el centro de la trastienda, alguien trató de arrastrarlo y se rompió, con lo que instantáneamente el fuego se extendió de forma aterradora.

A las tres de la madrugada el incendio había invadido cinco casas y el aire que hacía en aquellos momentos lo incrementaba alarmando de tal manera a los vecinos que los comerciantes de la Plaza y de la calle Renova sacaron sus géneros a la plazuela entonces llamada de la Administración.

Por fin, a las cuatro de la madrugada, después de extraordinarios esfuerzos por parte de vecinos, autoridades y todas las gentes que se disputaban los puestos de mayor peligro para intentar dominar el siniestro, consiguieron, si no dominarlo por completo, limitarlo a las cinco casas de la Plaza Mayor, aunque también sufrieron grandes deterioros otras tres de la calle Renova.

Los escombros continuaron ardiendo durante ocho o diez días y a fuerza de ímprobos trabajos de obreros del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial se consiguió, con cuantiosos gastos por parte de los dueños, dejar los solares en disposición de construir las nuevas casas de la Plaza Mayor hoy existentes.

Forman las nuevas edificaciones seis arcos de medio punto, configurando soportales que comienzan en la calle Renova, siguiendo la serie de arcos con dirección a la que hoy llamamos calle de Mariano Benlliure, que constituyen una galería de servicio público, de tres metros de ancho, muy conveniente para el comercio a que se destinaban. Es de notar que, en la actualidad, ese espacio de la Plaza lo ocupan bares y cafeterías con sus correspondientes terrazas.

Comprenden las nuevas edificaciones tres casas, o lo que es igual, cada dos arcos constituyen una casa. Las arcadas fueron construidas por el Excelentísimo Ayuntamiento, bajo la dirección de entonces joven y estudioso arquitecto don Segundo Viloria, autor del proyecto.

Desde aquel pavoroso incendio han transcurrido ciento treinta y siete años, y aunque se mantiene la configuración de esa parte de la Plaza Mayor, la memoria me lleva a aquellos tiempos en que actuaban las animadoras en el café Durii y los jóvenes gustábamos de tomar café lo más próximos al escenario en el que actuaba la artista para recrearnos en la contemplación de su anatomía. También recuerdo el comercio de tejidos Carral y el de aparatos eléctricos Irastorza y Román; establecimientos que hace tiempo desaparecieron y que ahora ocupan bares y cafeterías.