Hace unas pocas semanas la gente salía del Ruta de la Plata tras haber tenido la oportunidad de ver la primera goleada de la temporada (6-1 al San José de Soria) pero con la apagada sensación de no haber conseguido una hazaña, ni siquiera detectado síntomas de mejoría. Y es que han sido tantos los berrinches sufridos en las dos últimas temporadas, que tendrían que cambiar mucho las cosas para poder levantar el ánimo. Primero fue el descenso a la Tercera División; después la tremenda decepción de no haber vuelto de nuevo a Segunda B, aunque la liga resultara un paseo, ya que no resultó lo mismo la fase de ascenso.

Atrás quedaron aquellos equipos potentes que tuvo el Zamora C.F., que a punto estuvieron de llevar al club a la Segunda División A. Cierto es que entonces el club contaba con mayores ingresos, fruto del número de socios, que rondaban los tres mil, y de la importante colaboración de instituciones y empresas: era la época de las vacas gordas en que la economía del país invitaba a hacer dispendios. En estos momentos, no llega a mil el número de abonados, las empresas no pueden hacer excesos, y las instituciones hacen lo que pueden, al menos de manera aparente. De modo que aquella tarde, de hace unas pocas jornadas -más bien tarde noche- el estadio, apto para más de siete mil espectadores, apenas si contaba con quinientos.

A lo largo de los últimos 17 años, han pasado por el club distintas directivas, distintos presidentes, empresarios en su mayor parte. Todos con el ánimo de hacer bien las cosas, en algunos momentos consiguiéndolo, y en otras sin que los resultados les acompañaran demasiado, porque en este tipo de competición influyen tantos factores que hacen que resulte imprevisible. Y es que, sobre este deporte, creemos entender todos, nos parece estar capacitados para tomar todo tipo de decisiones, incluidos fichajes y, llegado el caso, decidir las alineaciones, aunque ninguno nos atrevamos a tomar parte en el cotarro. Si la cosa fuera tan sencilla el Real Madrid ganaría todos los años la Liga, cosa que no sucede, para bien del fútbol, pues la falta de emoción podría llegar a hacerlo insípido y aburrido. Si fuera tan fácil acertar en los fichajes los grandes clubes no necesitarían de esos enormes equipos técnicos; si las alineaciones y entrenamientos fueran tan sencillos, tal misión podría desempeñarla cualquier amiguete del colegio o de la oficina, según los casos.

Dada la situación por la que ahora pasa el Zamora C.F, han sorprendido las manifestaciones del actual presidente, publicadas en este periódico el pasado día 11, en las que, entre otras cosas, decía que quería dejar al club igual o mejor de lo que se lo encontró, lo que significaría dejarlo en Segunda B, en el peor de los casos, o en Segunda A en el más favorable, y ambas posibilidades son muy remotas, porque la penuria económica que atraviesa el club ha hecho que este año la directiva haya optado por el amateurismo, lo que hace aún más difícil el ascenso, a no ser que se tenga previsto transformarlo en una SAD o venderlo a los qataríes, como ya ha hecho la U.D. Leonesa.

Bien está que el presidente haya dicho eso para levantar el alicaído ánimo de la afición y estimular a los chavales que ahora defienden los colores del club; bien está, también, que no se queje un día sí y otro también de la penuria económica, como solían hacer anteriores presidentes. Pero lo más probable es que muchos días no habrá podido dormir sin pesadillas ni sobresaltos, de ahí que debería pensarse si le merece la pena incidir en este tipo de mensajes ya que, llegado el momento, alguno podría llegar a recordárselo.

Sí parecería interesante, por parte de todos, tranquilizar el ánimo y poner en orden las ideas, acercándose en lo posible a la realidad, siendo conscientes que las cosas que se dicen no tienen por qué caer bien, como les sucede a los médicos cuando diagnostican una enfermedad grave, que no aspiran a caerles simpáticos a los enfermos.

Porque lo cierto es que, guste o no, y huyendo de escaramuzas verbales, podría decirse, con claridad, que la ciudad dispone de un estadio con capacidad para casi ocho mil espectadores, que lleva asociados unos importantes costos de mantenimiento, y que de no ser utilizado por algún club con fuerte apoyo social y económico estará llamado a desaparecer. Así que el Ayuntamiento tendrá que irse planteando qué hacer con esta inversión millonaria, no amortizada, que cuenta con solo catorce años de vida. Se apueste o no por el fútbol, una de las instalaciones municipales mejor dotadas de la ciudad está corriendo el serio riesgo de hacer bueno aquel refrán de entre todos la mataron y ella sola se murió.