Decía Borges que "Dios ha creado las noches que se arman de sueños y las formas del espejo para que el hombre sienta que es reflejo y vanidad".

Hay dos cuadros de Valdés Leal, un pintor barroco extraordinario, a ambos lados de los pies de la iglesia del Hospital de la Caridad de Sevilla, construido curiosamente dentro de las reales atarazanas de la ciudad, en la antigua capilla de San Jorge, conocidos como "El Fin de las glorias del mundo" y "En un abrir y cerrar de ojos", centrados en la fugacidad del tiempo y en la vanidad que tenemos los hombres por creernos el centro del mismo. Este Hospital surgió a mediados del siglo XV y sigue abierto en nuestros días, para auxiliar física y espiritualmente a enfermos, pobres y menesterosos, asistir a los condenados a muerte y dar sepultura a quien lo necesitara. Debido a la ruina de la antigua capilla sobre la que se construyó, a mediados del siglo XVII se realizó un nuevo proyecto impulsado por uno de sus miembros, un aristócrata sevillano, llamado Miguel Mañara.

En el primero de los cuadros aparece la visión terrorífica del cadáver de un obispo en descomposición, revestido con todos sus ropajes ajados y adornado con pompas mundanas, símbolos de esa banalidad que invade la vida de los seres, también están presentes los vicios, como murciélagos posados en el corazón del personaje, haciendo referencia a la envidia, el pavo real, a la soberbia y otros más, así como las virtudes, los rosarios, los libros de devoción, un conjunto de representaciones que dan lugar a una meditación profunda a quien se pare a mirar en profundidad. También se ve una mano que sostiene una balanza en lo alto, en cuyos platillos se pueden leer los lemas "Ni más", "Ni menos", que es lo que tenían que hacer los cofrades de dicho Hospital con los desheredados de la tierra, ofrecerles sin pedir nada a cambio todo su amor y misericordia.

En el segundo, la muerte se enseñorea de nuevo del mundo, llevando un pequeño féretro bajo el brazo, para significar que todo se apaga en el tiempo que dura un parpadeo.

El citado pintor fue contratado por Miguel Mañara quien tuvo una vida azarosa, tanto que sirvió de modelo, al parecer, a Zorrilla para escribir su "Don Juan Tenorio", aunque ciertamente la leyenda sobre un personaje de esas características circuló a lo largo de la Edad Media por toda Europa, y fue retomada por numerosos autores y actores para llevarla a las tablas. Destacan, entre otras, "El Infamador", de Juan de la Cueva, "La muerte insatisfecha" de Lope de Vega, "El burlador de Sevilla o el convidado de piedra" atribuida a Tirso de Molina, en Francia Molière escribió su "Don Juan o el convidado de piedra", y el mismo Mozart compuso una de sus más famosas óperas, "Don Giovanni", también basada en dicho personaje.

La infancia de Mañara estuvo rodeada por un ambiente familiar propio de la baja aristocracia de dicha ciudad, en el que la religión fue un pilar importante. Sin embargo, en su juventud llevó una vida, tal como él mismo confiesa, de vividor, pendenciero y mujeriego, que no se detenía ante ningún reto o prohibición. Zorrilla así lo dibuja: "Por donde quiera que fui,/ la razón atropellé/ la virtud escarnecí,/ a la justicia burlé/ y a las mujeres vendí./ Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí,/ yo los claustros escalé/ y en todas partes dejé/ memoria amarga de mí".

Sin embargo, a raíz de la muerte de su esposa, en 1661, Mañara sufrió una especie de transformación al reflexionar sobre su malvado comportamiento, retirándose por una temporada al Monasterio Carmelita de las Nieves perdido en la Serranía de Ronda, una especie de eremitorio muy estricto, dedicado a la oración, contemplación y meditación donde los monjes vivían en completo silencio.

Es costumbre hispana en estos días, que coincide con el de Todos los Santos, representar "El Tenorio", obra basada en la vida de este crápula sevillano que acabó arrepintiéndose, quien ya ha sido nombrado venerable y está a la espera de la beatificación, don Juan de Mañara. Don Juan Tenorio, quien se mueve por impulsos y apetencias, por el cinismo y por la violencia, que son dos de las características que mejor definen su personalidad y que gracias al amor verdadero por doña Inés logrará superar para así acabar salvando su alma.

Merece la pena visitar este hospital sevillano que en la actualidad sigue cobijando a personas necesitadas de atención y misericordia. Se conservan los rosales que se dice fueron plantados por Mañara y una estatua del mismo sosteniendo en sus brazos a un enfermo.

No todas las ciudades cuentan con el privilegio de tener año tras año la posibilidad de asistir a la representación de "Don Juan Tenorio". Aquí, gracias al grupo teatral La Tijera, podemos disfrutarla en el Teatro Principal de Zamora -antiguo corral de comedias erigido a principios del siglo XVII- ejecutada magistralmente por actores, muchos de ellos no profesionales, que llenos ilusión y entusiasmo, con mucho esfuerzo y trabajo, hacen posible que los zamoranos podamos año tras año asistir a un evento que tiene mucho que ver con nuestras raíces y con nuestra historia: el mito de don Juan.

Ya lleva el grupo La Tijera funcionando más de 20 años con Indalecio Álvarez a la cabeza, y desde hace mucho tiempo están empeñados, como otros muchos grupos teatrales, en hacer que no se pierda la magia del teatro.

En todas las representaciones que están dando del "Tenorio", han conseguido una vez más que se siga con expectación el desarrollo de la obra. No solo poseen perfección técnica, sino que trasmiten con viveza las emociones que surgen de los personajes y nos sorprenden con escenas sepulcrales y terribles, con sus efectos especiales, su excelente manejo del verso, pero sobre todo con el entusiasmo que derrochan y su saber hacer. Por eso desde aquí mi sincera felicitación a todos ellos por hacer que, un año más, muchos de nosotros podamos cumplir con una tradición que no debería de perderse.

¡Larga vida al Teatro!