Yo nunca he votado al PSOE, pero me alegré tanto la primera vez que consiguieron el gobierno en España que incluso me entró la duda sobre si me habría equivocado con mi convicción anarquista de que no se podía cambiar el sistema desde el propio sistema de la democracia meramente formal de partidos.

Los carteles naif de un nuevo mundo de colores y gente feliz en ciudades llenas de parques hicieron que creciera la esperanza en el PSOE y sobre todo en la ciudadanía que les había votado, que había sido capaz de romper con el miedo sembrado durante el franquismo que aún amenazaba con la bota militar. Eran jóvenes; se llamaban socialistas, obreros, e iban a gobernar después de más de 40 años de dictadura y unos pocos de joven democracia. Entonces la democracia y yo éramos demasiado jóvenes. Poco después fueron también socialistas del sindicato UGT, junto con Comisiones Obreras entonces ligada al comunismo, quienes con Nicolás Redondo y Marcelino Camacho encabezaron las manifestaciones de la primera huelga general contra las políticas antisociales de un gobierno socialista que empezaba a defraudar a los trabajadores que le habían votado.

Supongo que tuvo que ser muy duro para los socialistas tener que elegir entre salir a la calle con el sindicato socialista a protestar contra los diputados del partido, que tenían carné del mismo sindicato. De la misma manera que ha tenido que ser muy duro también para los socialistas aceptar algunas políticas contra los trabajadores de los sucesivos gobiernos del PSOE.

Muchos socialistas se fueron alejando del partido por estas razones. Pero si algo ha mantenido unida a la militancia durante estos y otros avatares políticos ha sido la convicción de ser una fuerza de izquierdas, y sobre todo radicalmente diferente del Partido Popular.

Las dudas que pudieran surgir cuando el PSOE recortaba derechos laborales o votaba la modificación de la Constitución para que pagar la deuda financiera fuera más prioritario que los propios derechos, se despejaban por comparación con la derecha del PP que estaba enfrente, que era grande y que era mucho peor para los trabajadores? ¡dónde vas a parar!

Pues hasta el reciente Comité Federal del PSOE en el que -con todos los respetos por la decisión- cambiaron el "no pasarán" heredado de las luchas del pasado, que los militantes defendían hasta en la calle con la nueva versión del "no es no", por una decisión política que permite gobernar al partido que con su actitud y sus programas de derechas mantenía unidos a los socialistas en una identidad de izquierdas, aunque a veces solo fuera porque era diferente del PP.

Si el adversario durante el bipartidismo de los años de la democracia gobierna con los votos de los socialistas, ¿cómo van a explicar que son diferentes, que son de izquierdas, que van a seguir luchando contra las políticas de derechas?

Y sin embargo, es así. Hay que seguir luchando. Por más que otra vez sea contra los vuestros, como cuando se rompió el corazón socialista entre el partido en el gobierno y el sindicato en la calle, cuando las huelgas generales.

No faltan causas por las que seguir trabajando desde el socialismo. Aquí está la huelga contra las contrarreformas educativas (la educación siempre ha sido un arma de emancipación para el pueblo), en la que estudiantes y sus padres y sus profesores están juntos. Ahora vienen a por los pensionistas, después de haberse gastado la caja de las pensiones. Y ahí sigue el paro, la falta de vivienda, el despido libre... Todo aquello que todavía puede unir a los socialistas.

Hay que decir adiós al psoecialismo que va a entregar el poder político a la derecha del PP, y volver a hacer socialismo de verdad en las calles.

¡Bienvenidos, socialistas! "No" es de nuevo ¡no pasarán!