Mientras en los países democráticos del primer mundo se libran batallas electorales como las que han tenido lugar en España por espacio de casi un año para que al final las cosas sigan igual que estaban, o en Estados Unidos donde en unas semanas la señora Clinton será la primera presidente de la historia norteamericana aunque seguramente se necesitase una pasada por la derecha conservadora de Trump, en otros lugares, mientras, países del tercer mundo, se desarrollan largas guerras, estas crueles y cruentas con miles y miles de víctimas, originadas en su mayor parte por el fanatismo yihadista y su Estado Islámico, el ISIS, que carga contra propios y extraños a través del terrorismo desatado.

Pese a la gravedad y a los muertos que los atentados islamistas han producido en Europa y en América, se ha tardado bastante tiempo en hacer frente de cara y sin titubeos, por parte de occidente a esta amenaza tan real como cercana en el espacio. Ahora, sí, una coalición internacional que lidera Estados Unidos y en la que se hallan también Inglaterra, Francia y otros, bombardea selectivamente los territorios que el yihadismo va ocupando y destruyendo en su avance a la nada, a la par que se ve apoyada sobre el terreno por fuerzas de Irak y Siria los dos países que más sufren en sus carnes, en las carnes de sus habitantes, la invasión y ocupación islamista. Hasta el punto de que hasta los rebeldes a los regímenes oficiales de ambos países se han unido a la lucha contra el enemigo común.

Tras varios años, y pese a las conquistas terroristas, que han llegado hasta las fronteras de Turquía, puerta de Europa, existen en la actualidad dos puntos de guerra que pueden resultar decisivos, o casi. Uno es Irak, donde su segunda ciudad, Mosul, en poder del ISIS desde hace tiempo, aparece cercada por numerosas tropas kurdas y otros grupos en lucha que intentan desalojar a los yihadistas, que se calculan en un número aproximado a cinco mil. No se cree que puedan resistir, aunque venden cara su derrota, no solo destrozando la riqueza cultural que encuentran a su paso, sino quemando y destruyendo los pozos de petróleo que son la única riqueza del pueblo iraquí, que no pone pegas mayores a que los fanáticos islámicos puedan huir hacia su otro templo y fortín, la inestable Siria.

Allí, el punto de resistencia es Alepo, punto de cita en el que coinciden tanto el ISIS como los sirios rebeldes al presidente Assad, todo lo cual da lugar a un caos sangriento del que la población civil es víctima importante, lo que ha originado el inmenso éxodo de refugiados, unos tres millones, camino de Europa. Es una guerra civil, en realidad, con el yihadismo de por medio, y con la intervención de Rusia a favor del Gobierno de Siria, algo que preocupa a la OTAN a través de los países que componen la organización militar internacional. Días atrás fue decretado un alto el fuego para hacer llegar a Alepo la ayuda humanitaria necesaria y una flota rusa ha emprendido la marcha sin dar explicaciones. Reanudado el cerco de Alepo nadie se atreve a vaticinar lo que puede ocurrir, a no ser que se consiga desalojar a los islamitas, lo que podría ser un paso importante para buscar y encontrar soluciones de paz.