A los lectores habituales de esta columna no les habrá llamado la atención la última proyección de datos del INE: en quince años treinta mil zamoranos menos, recogía el jueves LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA. En quince años treinta mil habitantes menos a repartir entre los 248 municipios de la provincia. Una proyección que, al menos en cuatro ocasiones durante el último año, ha reflejado este Espejo de tinta.

Cuentan que en cierta ocasión Stalin manifestó que un muerto es una tragedia, un millón de muertos una estadística. En este asunto, salvadas las distancias, corremos el riesgo de que nos ocurra algo parecido. Conocer los datos un día los convierte en tragedia, comprobarlo año tras año sin solución de continuidad lo lleva al estatus de dinámica inevitable a la que terminaremos prestando la misma atención que a las gotas de lluvia cuando transcurren ya varias horas de precipitaciones ininterrumpidas.

Lo más dramático del caso es que con el presente contexto socioeconómico el cálculo amenaza más con quedarse corto que tener posibilidades de reconducir la deriva. En el caso de Zamora a diferencia de lo que ocurre en otras partes del territorio nacional, la pérdida poblacional no se produce solo porque haya más fallecimientos que nacimientos, sino por el elemento acelerador de estar en el pelotón de cola en cuanto a tasa de actividad en España y a que la actividad económica predominante lo es en campos y sectores caracterizados por una menor componente de innovación y una escasa aportación de valor añadido.

Así las cosas es imposible no ya que Zamora sea capaz de atraer capital humano y de inversión, sino que se limita absolutamente la posibilidad de retener el que se genera dentro de sus fronteras. Completado este mortífero cóctel con el que Zamora pierde día a día competitividad y viviendo en una sociedad globalizada en la que la competitividad es mucho más determinante que hace diez o quince años, todo indica que salvo que se produzca un vuelco casi en forma de benéfico cataclismo, la curva de pérdida poblacional acentuará brutalmente su pendiente.

La última cuestión al respecto de esta infección que a estas alturas gangrena la provincia de Zamora tiene un componente mucho más subjetivo. La duda es si realmente esto le importa algo a alguien. Sí, ya sé que unos llenamos hojas de periódico, otros minutos en conversaciones y lamentos colectivos y nuestros políticos realizan de cuando en cuando declaraciones más o menos pomposas sobre lo que ya se está haciendo, aunque llama la atención que utilicen -he hecho una pequeña comprobación estadística también- más veces la expresión "paliar los efectos causados por este problema" que el de "corregir las causas que lo provocan". Qué quieren que les diga, como casi todos sabemos aunque algunos no quieren que seamos conscientes de ello, no es lo mismo paliar efectos que corregir causas.