En los tiempos democráticos de hoy, a algunos cristianos que, teniéndose por justos y buenos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: dos hombres fueron un domingo a la iglesia a misa y a rezar. Uno era voluntario de varias ONG; el otro, un pederasta y maltratador de mujeres.

El voluntario, erguido y colocado en los bancos de delante para que lo viera todo el mundo, rezaba así en su interior: "Oh, Dios, te doy gracias, porque no soy como los demás: homófobos, machistas, políticos corruptos, intolerantes, fachas, racistas, xenófobos, retrógrados, y pederastas; ni como ese maltratador. Participo en las marchas del orgullo gay, doy conferencias sobre la violencia de género, recaudo dinero en la marcha contra el cáncer, participo en escraches a los políticos corruptos, me tiro calderos de agua con hielo por encima para concienciar a la sociedad, guardo minutos de silencio por las víctimas de la violencia, dono dinero enviando SMS de móvil cuando veo algún anuncio de ayuda humanitaria en el televisor, y además soy muy buen cristiano porque pongo la X en las casillas de la Iglesia y de Fines Sociales cuando hago la declaración de la renta".

El pederasta, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho, diciendo: "Oh, Dios, ten compasión de este pecador. Soy un auténtico monstruo. Maltrato a mi mujer y soy un prepotente con mis hijos. He abusado de varios menores de edad y a veces me emborracho con los amigos y voy con prostitutas. No doy un duro para ayudar a los pobres y en mi empresa abuso todo lo que puedo de mis empleados. Cuando fui concejal acepté varios sobornos a cambio de recalificar terrenos como urbanizables. Odio a los gais, y no soporto a los inmigrantes, ni a los gitanos. Sé que han sido creados a tu imagen y semejanza y que tienen igual dignidad humana que yo, pero todos me dan asco. Entenderé que no me perdones por nada de esto, y que ya no me consideres hijo tuyo. Ah, se me olvidaba: también me tengo asco a mí mismo por lo que soy y lo que hago con los demás".

Llegado el momento, el voluntario se puso en pie y fue a comulgar. El pederasta, por el contrario, se quedó en su sitio porque tenía miedo de que la hostia le quemara la lengua. Al acabar la misa, el voluntario se quedó charlando de proyectos humanitarios. El pederasta salió corriendo y se fue a casa. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.