El día que por primera vez en el Ayuntamiento de Zamora el alcalde tuvo que votar él solo a favor de la cuenta general del año 2014 mientras todos los concejales de su grupo y de todos los demás nos absteníamos, se puso de manifiesto a pequeña escala la diferencia que hace Max Weber sobre la ética de la convicción y la de la responsabilidad en la política.

La ética de la convicción, que se rige por "principios morales inamovibles en cualquier circunstancia", nos llevaba a abstenernos como habíamos hecho siempre en la oposición, porque la cuenta del año 2014 correspondía a una política municipal del Partido Popular que no compartíamos. Sin embargo, si no aprobábamos esa cuenta, podría haber consecuencias negativas para el ayuntamiento y para la ciudad. Por ello, el alcalde, guiado por la ética de la responsabilidad, que considera que el criterio último para decidir tiene que fundamentarse en la consecuencia de la acción, levantó su mano a favor de la cuenta para evitar un perjuicio a la institución.

Recientemente han sido los vecinos del ARI de los Bloques quienes se han tenido que debatir -como nos ha pasado a los concejales del equipo de gobierno- entre la convicción de que persisten algunos defectos en las obras realizadas, y la responsabilidad de cumplir los plazos para su justificación con el fin de evitar las consecuencias de no hacerlo y de perder parte de la subvención con la que se han financiado.

Algo similar hemos vivido con las becas de comedor que mantiene el ayuntamiento exclusivamente para los centros privados concertados, ya que los centros educativos públicos ofrecen gratuitamente este servicio a los niños y niñas que lo necesitan a cargo de la Junta, que es la administración con competencias en materia educativa. La ética de la convicción nos llevaba a mantener nuestros principios de defensa de la escuela pública, y más en este caso en el que basta con que los alumnos se matriculen en un centro público para poder, además de estudiar, comer gratis. Sin embargo, la ética de la responsabilidad nos decidió a mantener las becas para no perjudicar a los más pequeños dejándoles sin comedor porque, por la razón que sea, sus padres les llevan a un centro concertado.

En la provincia y en toda España quienes se debaten entre la ética de la convicción del "no es no" y la de la responsabilidad de la abstención de once o todos los diputados, son los miembros del PSOE ante la formación del próximo gobierno. Más aún, algunos dirigentes mantienen ese debate entre el respeto a la mayoría de los militantes o el de su propia convicción.

Porque a veces no es tan fácil la diferencia entre la convicción y la responsabilidad. En cualquier circunstancia y en todas las decisiones políticas hay algo de las dos.

De la misma manera que también la hay en la vida cotidiana, donde los dichos como el de "el mal menor", el de "no hay mal que por bien no venga", o el de "Dios escribe derecho con renglones torcidos", revelan ese debate continuo entre los principios morales y las consecuencias de lo que hay que hacer. Tampoco ayudan ejemplos desde la religión como el de la sabiduría salomónica, que opta por renunciar a un hijo para evitarle un mal mayor.

Eso siempre que hablemos de ética. Porque las decisiones políticas también se pueden tomar desde los intereses particulares o de partido.

Así se explica que algún partido pueda pactar tanto con la derecha como con la izquierda; o la actitud de algunos políticos que cambian de opinión para mantenerse al lado de los que ganan; o la de los que se aferran al sillón cuando ya están inhabilitados judicialmente y les han expulsado de su partido. En todos los ámbitos.

O en el local, la decisión de votar en contra de lo hecho en el ayuntamiento por su propio partido, con la convicción de su traición y la falta de responsabilidad con la ciudadanía. Solo por hacer daño a los que, sin esperarlo, "les han quitado el puesto". Sin ética de la convicción ni de la responsabilidad. O sea, sin ética.