Estamos empeñados en la búsqueda de una idea de ese espacio que forma el entorno de la Catedral, en el que se recupere el sentido unitario de estos espacios, que en realidad fueron el núcleo inicial de la ciudad. Nos habíamos fijado en que edificaciones auxiliares, como almacenes o paneras, habían servido para aislar la explanada de acceso al templo de la superficie del actual parque. Estas naves fueron necesarias para acotar un espacio urbano importante de ese otro espacio raído que habían dejado las tropas francesas. Pero da un poco de vergüenza que tales edificaciones se hayan consolidado y definan un espacio digamos reverencial y de que sean casi considerados como una parte anexa del monumento. Esta componenda completaba el panorama del conjunto de tapias que cerraban las traseras de los diversos conventos, otros actores igual de menesterosos que remataban el escenario. Y ahora que las monjas han abandonado, parecía que las cosas se iban a mejorar. La estrategia de la ciudad ha sido el de permanecer impávidos mientras que la ciudad no ha parado de cambiar (a nosotros, los de la Catedral, nos da igual todo, y no nos movemos por nadie, incluso los cofrades de Semana Santa no están para tales detalles propios de estetas remilgados. Eso por parte de los interlocutores). Y encima no hay dinero para modificar las cosas. Si dejamos libre el mercado de solares ya veremos inmediatamente cómo cambia la situación. Como ha ocurrido en el resto de la ciudad... Siempre surgirá algo cuando un mecenas o un político lance alguna propuesta para hacer algo muy importante, y que ellos solo saben. ¿Y es eso es lo que justifica el que no tengamos un plan propio para esta zona que nos marque un futuro en que arquitectura y ciudad compongan un binomio armónico que nos reconcilie con las escenas de nuestro pasado?

Pero parece que el Obispado tiene claros sus planes de seguir con el mismo talante y de hacer cumplir sus objetivos, como ha hecho en el pasado. Y así se entiende que el poder municipal haya mantenido un total desinterés para mejorar las condiciones con que se ha desarrollado esta zona de la ciudad. Poder civil y poder eclesiástico, puestos de acuerdo para que las leyes de mercado vayan resolviendo de la mejor manera posible los problemas de la ciudad y los tan peculiares de esta zona.

Estos almacenes, pegados al monumento, son añadidos que fraccionan ese espacio ajustado de la explanada de la Catedral, lo lógico sería que habría que pensar en su sustitución con algo que no obstaculice la visión del paisaje, en prolongación al de la propia explanada y que cierran los muros pétreos del Castillo. Y con ello, aportar una edificación que marcase el debido tono en la composición de la nueva plaza. Y esto se podría lograr mediante un cuerpo edificado sobre columnas en forma de soportal. Habrá otras soluciones, lo importante es detectar el problema y proponer otras más ajustadas. Para eso existen los planes.

Y siguiendo con la explanada: las alineaciones que nos han marcado las antiguas traseras conventuales, ni siquiera se han rectificado para dar una orientación paralela a las líneas de la Catedral, como sería lo propio de un entorno clásico de mayor dignidad que el actual. Y para mayor abundamiento, evitar los cerramientos verticales de muros que, principalmente en verano y en su encuentro con la piedra del pavimento producen ese sobrecalentamiento que arroja a los turistas hacia el centro más ventilado de la escena. Y siguiendo el rastro del abnegado turista, ¿dónde encontrar un asiento y poder estirar las piernas? No en lugar sagrado, que encima hay que pagar por su acceso, pero tampoco en el asiento del poder político de donde ejerciendo de turista honorífico fui expulsado por ocupar un asiento reservado para los altos señores del Consultivo. Hemos echado de menos en todo este entorno la falta de un espacio acogedor para los visitantes. Para algo se inventaron los soportales, el diseño adecuado para dotar al espacio público de la calle con las condiciones de acogida y cualidades próximas a la de los espacios privados, verdaderos aproximadores de la clientela a los locales comerciales del recorrido. Los soportales en Castilla son un motivo fijo, que trasciende épocas y estilos, e independientemente del nivel de sus economías y su comercio, ahí permanecen formando motivo principal de su escena urbana. En contraste, esta ciudad nuestra ofrece esa imagen dura y distanciadora de sus calles. Aquí estamos a tiempo para dar un punto de comodidad a nuestros visitantes. Y es que después de haber recorrido los espacios del entorno de la Catedral, lo que nos pide el cuerpo es un espacio de sombra de una vegetación con las altas y anchas copas de sus árboles enmascarando los muros de piedra de la fortificación, emulando el aspecto natural de un paisaje de bosque, y con su amueblamiento para el descanso del paseante.

Toda esta descripción supone una hipótesis de trabajo, y formaría parte de una visión de partida que vaya componiendo las bases de un Plan Especial, en donde quedarían fijados los usos y tipologías de sus edificaciones. Y de aspectos conexos con las estructuras de la ciudad, por ejemplo el de sus accesos inexistentes desde el barrio de Olivares y la organización de los aparcamientos y del tráfico rodado.

Otro aspecto es el de las actividades del renovado entorno. Porque si bien debe contener los establecimientos comerciales y de hostelería propios para la atención y reposo de los visitantes, debería medirse la conveniencia de situar otras entidades de tipo cultural, que aporten un nivel general de uniformidad y de calidad arquitectónica. Las entidades de cualquier tipo y nivel de enseñanza estimularían las actividades exteriores y la vida del barrio. Así sucedía antaño, que los que entrábamos al Castillo veíamos las aulas con las maquetas, en donde los alumnos se afanaban manipulando aquellas maquinarias, juguetes que funcionaban, no como los nuestros que eran de imitación. ¿Por qué volaron aquellos maestros y alumnos?