En un hotel de la Manga del Mar Menor donde me encuentro pasando una semana de vacaciones, no me ha extrañado que, de pronto haya surgido como por arte de birlibirloque la figura de Neptuno, dios de las aguas, puesto que estamos entre dos mares: el mar Mediterráneo y el mar Menor. Así que aquí aparece un imponente busto del mitológico Neptuno en un escenario de olas y sirenas dispuesto en el vestíbulo del hotel. Según la mitología romana, Neptuno era el hijo mayor de los dioses Saturno y Ops; Neptuno gobierna las aguas y los mares. Cabalga sobre las olas a lomos de blancos caballos. Todos los habitantes de las aguas deben obediencia a este dios que en la mitología griega recibe el nombre de Poseidón. Neptuno eligió el mar como su morada y en las profundidades está su reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales donde quiera y su ira puede provocar terribles seísmos y terremotos. El dios de los mares es un peligroso e inestable elemento, con sus emociones puede provocar tormentas y tempestades. Además de tener a su lado sirenas y tritones, es el señor de las ninfas, ondinas y náyades; todas ellas forman parte del mundo acuático.