En el argot de la droga, un yonqui es un adicto a la heroína. El término se aplica, en sentido metafórico, a otras adicciones. Como ocurre con el autodenominado "yonqui del dinero", Marcos Benavent, cuando relata su peripecia de alto mandatario del PP en Valencia y que actualmente colabora con los investigadores del "caso Taula". Este individuo sufrió su particular "caída del caballo", al modo del relato bíblico de san Pablo, y decidió contar todo lo que sabía a la Guardia Civil. Asumió su error y acepta la pena de cárcel que le corresponda, así como la reposición de todo lo robado a la Administración pública valenciana. Ya sé que no cundirá su ejemplo y que los casos de robos, desfalcos y fraudes a las instituciones públicas saldrán a la luz con mucho esfuerzo y no pocas zancadillas judiciales.

Parece cada día más claro que el partido que gobierna España, impedirá con todas sus fuerzas, y no son pocas, que los corruptos sean juzgados. El grupo político que preside Mariano Rajoy está corrompido desde la base hasta la cúpula, desde la relación del militante de base con su agrupación local, hasta las decisiones que toma el Comité Ejecutivo Nacional. Y lo que es peor, no son capaces de hacer otra cosa, están instalados en esa perversa deriva que genera la corrupción endémica. Durante décadas, sus afiliados, simpatizantes, cargos electos y de confianza, han tejido una red clientelar tan tupida que apenas les queda resquicio para disentir o protestar. No pueden relacionarse con el mundo más que desde esa atalaya privilegiada que les proporciona el partido, lo mismo le ocurre al yonqui, solo con su pertinente dosis, se atreve a enfrentar los retos diarios. Me atrevo a realizar esta arriesgada comparación, porque los parecidos llegan cada día con las noticias. Las mismas mentiras del drogadicto cuando es interpelado por su recaída, se las escuchamos a Maíllo, Cospedal o Rajoy, al afirmar que colaborarían con la justicia para acabar con toda clase de corrupción, mientras destruían pruebas, dilataban procedimientos judiciales o ponía todo tipo de trabas a las investigaciones.

Salir de la drogadicción requiere un grandísimo esfuerzo del enfermo, un estricto plan de rehabilitación con un control riguroso por parte de profesionales en esa patología. El éxito no está garantizado y los riesgos de volver a las andadas son altos. Salir de la corrupción resulta aún más difícil, afecta a una organización, no a un solo individuo, porque las pautas de relación entre sus miembros están viciadas en origen, lo mismo que la manera de enfrentar su cometido fundamental: el servicio a la ciudadanía. Entonces, se convierte en un juego sucio, en una "simulación en diferido", que diría la hipócrita Dolores, pues tenemos que ofrecer a los españoles la seguridad, la seriedad y la confianza que necesitan. Realmente se refieren a sí mismos, saben que si consiguen su "dosis" de votos se estarán garantizando su propia seguridad. Hasta el momento no han realizado ningún sacrificio para dejar las prácticas corruptas. Tampoco los cambios legislativos propuestos van más allá de un maquillaje superficial. No admitirán controles en la rehabilitación si ellos no los controlan. Parece que el fracaso está garantizado. Resulta imposible el abandono de la corrupción desde el ejercicio del poder. Si Rajoy sigue como presidente del Gobierno, el PP seguirá con su práctica habitual. Nos lo están demostrando en el "caso Gürtel", con maniobras de toda laya par dificultar el desarrollo del juicio, pidiendo incluso que se anule, porque se pudo vulnerar el derecho a la intimidad de algunos acusados. La exitosa presión ejercida sobre el poder judicial ha provocado que se creyeran intocables. Ya lo demostraron con aquella vergonzosa operación para expulsar a Baltasar Garzón de la carrera judicial. Precisamente por las escuchas realizadas a los encarcelados de "Gürtel". Es que entonces estaba el siniestro Federico Trillo al mando y control de la extorsión. Todavía hoy sufrimos las componendas de este corrompido político, premiado por sus servicios con la embajada de Londres.

En esta misma semana, el Consejo de Europa criticaba con dureza a España por no ser capaz de garantizar la independencia del Poder Judicial. Recordaba que es fundamental que el poder político no interfiera en el judicial. Avisaba también, sobre otras medidas que nuestro país debería aplicar urgentemente para atajar la corrupción.

Además, atiendan a lo que avisa el papa Francisco: "Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: cree que puede usarla y después dejarla cuando quiera. De pronto se empieza con una mancha por aquí, un soborno por allá y entre estas y aquellas lentamente pierde la propia libertad".