Viene siendo guasa el acierto-desacierto de encuestas y estadísticas de voto. Había oído hablar del voto cautivo y prófugo, pero no esperaba encontrarlo en los sondeos y estadísticas. En la era de la supercomputación, las encuestas fallan más que una escopeta de feria, pero a mí me viene de perlas este suspenso rotundo de las matemáticas de algunos para quitarme el complejo de torpe para los números que arrastro desde el Bachillerato. Los números son esos juguetes con los que algunos juegan a los bolos. Y es que las matemáticas, o las mediciones, están perdiendo eso que las caracterizaba: la exactitud. Ya es incierta hasta la altura del Everest, que todos acertábamos a la primera en el Trivial. Normal, pues con metro no ibas a medir hasta tan alto y por pasos no paran de tropezarse los alpinistas.

Ahora tenemos otro problema: saber cuántos refugiados andan por el mundo como población flotante (vaya palabrita). Para empezar, a nadie le interesa contarlos, o eso dice Amnistía Internacional. Importa tanto como el número de estorninos que se juntan a dormir en los árboles del parque donde voy con mis nietos. Hablando de aves, para cambiar de tema, sabemos que ya estaban aquí antes de que nosotros bajásemos de los árboles, sin embargo y según la Sociedad Española de Ornitología, a pesar de ser vecinos nuestros, no les prestamos atención y desconocemos sus nombres. Son "los otros", los refugiados en su propio hábitat que le hemos ido arrebatando poco a poco. La ciudad no es para mí, decía el cómico Paco Martínez Soria, pero muchas aves aún no han renunciado a ella y conviven en nuestro entorno. Bien es cierto que algunas tienen demasiado protagonismo, como las gaviotas o las palomas a las que estoy pensando negarle el voto de mi simpatía porque le zampan todo a los gorriones cuando mis nietos se entretienen en ser como aquel angelical: Antonio de Padua, que era capaz hacer él solo, con su mansedumbre, un zoo de pajaritos.

Los pájaros todavía nos soportan a los urbanitas y algunos, por suerte, no se han enterado que el mundo está mal repartido y cambian de país sin documentos poniéndose en camino tal que los gansos de Noruega o los ñus del Serengueti. En estos días ya están haciendo preparativos del viaje colonias enteras de anátidas que desde el norte de Europa viajarán hasta el sur, camino de Doñana u otros humedales como las Lagunas de Villarrín y Villafáfila , en la provincia de Zamora, que ostenta por otra parte una de las mayores concentraciones, en España, de esa gallina gigante llamada avutarda. Crecí de niño al pie del humedal zamorano y ahora soy como un pato que perdió a su bandada por distraerse de alzar el vuelo a tiempo. Ahora escapo de las gaviotas insaciables y me dan pena los gorriones que se quedan sin migajas. Pero soy un refugiado con suerte: tengo aún muchos amigos en la tierra y en el cielo.