Más madera, que esto es la guerra. No solo la guerra del PSOE sino la guerra de todos contra todos. Porque a la acción ha seguido la reacción, y ahí tenemos al PP poniendo condiciones a la gestora socialista para admitir su apoyo en forma de abstención. Y al PSOE omitiendo cuidadosamente hablar de abstenerse si hay investidura de Rajoy, cambiando la manida expresión, la más real y significativa, por el eufemismo de evitar unas terceras elecciones. Y a Podemos amenazando con romper pactos de gobierno con los socialistas en las autonomías y ayuntamientos cuyos dirigentes se hayan destacado en el golpe de mano contra Sánchez. Y hasta a Ciudadanos, ofreciéndose gentilmente a colaborar, cómo no, con la gestora del PSOE para propiciar la formación de Gobierno.

El PP parece que va rompiendo la discreción que acertadamente ha mantenido hasta el momento en el embrollo ajeno, y engallado por una situación que le permite elegir entre disfrutar de la abstención socialista y volver a gobernar o por el contrario ir a unas nuevas elecciones generales en diciembre en las que cree que aumentaría notablemente su número de escaños, le pone ya condiciones al presidente de la gestora, sobre todo una que Rajoy considera fundamental: la aprobación de los Presupuestos del Estado, que Sánchez había anunciado que no iban a aceptar. Eso, para empezar a hablar, porque habría más condiciones que cumplir. Puro surrealismo por más que se pretenda disfrazar como una garantía mínima de gobernabilidad para el Ejecutivo que saliese de la investidura de Rajoy. Y sobre todo, ganas de que no se produzcan acuerdos, y poder volver a las urnas, donde se las prometen muy felices.

Pero tanto el presidente de la gestora, Javier Fernández, como su número dos, Mario Jiménez, uno de los cargos de confianza de Susana Díaz, han replicado que el PP no está en condiciones de exigir nada ni a nadie, y le han recordado los 180 votos en contra que hicieron fracasar antes su doble sesión de investidura. No han dicho más tampoco, pues la situación de debilidad del PSOE es extrema y lo que menos les interesa ahora es tener que acudir a otros comicios que podrían significar un descalabro definitivo. De sobra saben que no les queda otro remedio que la abstención, a no ser que no haya investidura, pues cualquier otra posibilidad no cabe ni ser contemplada, dado también que toda conexión con Podemos ha quedado rota o está a punto de romperse. Una abstención que no será consultada para nada a los militantes del PSOE y que habrá de ser votada obligatoriamente por todos los diputados.

Por su parte, Pablo Iglesias ha avisado de que Podemos va a a observar con lupa a los barones del PSOE y que en función de su posición respecto al apoyo a Rajoy decidirá en consecuencia de cara a los pactos que mantienen, una amenaza que implica a varias regiones, aunque se cree que es hablar por no callar. Entre otras cosas porque el PP ha saltado de inmediato a la palestra ofreciendo su colaboración para sostener a esos gobiernos autonómicos, si fuera necesario, a base de alianzas estratégicas con los socialistas. O sea, el más difícil todavía dentro de este circo.