Con tanta movida política y judicial se nos pasan por alto detalles que a todos nos gusta conocer. Como, por ejemplo, que el pasado martes día 4, por cierto, festividad del poverello de Asís, san Francisco, se celebraba el 434º aniversario de la implantación del calendario gregoriano por el que nos regimos. Antes, concretamente hasta 1582, si mis datos son correctos, las sociedades modernas se regían por el calendario promulgado por Julio César en Roma en el siglo I antes del nacimiento de Cristo, calendario también llamado juliano en honor a su promulgador.

Implantar un nuevo calendario no debió ser nada fácil para quienes trabajaron en su construcción. La base científica del calendario gregoriano fue desarrollada por estudiosos de la Universidad de Salamanca, que remitieron a la Iglesia dos trabajos con los nuevos planteamientos en absoluto baladíes, con respecto al calendario juliano. El primero de ellos fue desechado, pero el segundo acabó convirtiéndose en nuestro calendario actual que se conoce como gregoriano por el papa que lo impulsó, Gregorio XIII. La razón de su creación se debió al hecho de establecer con mayor precisión la festividad de la Pascua y, en torno a ella, el resto de fiestas religiosas. Y ahí surge mi duda que nada tiene que ver con la labor de los sesudos estudiosos de la universidad salmantina.

Casi todo en Europa pone al descubierto las raíces cristianas del viejo continente que algunos quisieran arrancar de cuajo, presos de un no sé qué que sí sé yo lo que es, impropio sobre todo en gente joven. Incluso el calendario por el que nos regimos apuntala lo que digo. Mi reparo está en qué puede ocurrir cuando Pablo Iglesias, Errejón, Echenique y compañía y con ellos los de la Cup catalana y los de Carmena en Madrid caigan en la cuenta de ese detalle. Es decir, que el nombre del calendario se debe a un papa y todo lo que conlleva.

Me asalta la duda, ¿amenazarán con volver al calendario juliano? No creo, porque al fin y al cabo era un césar, un patricio, y ellos se creen la genuina representación del pueblo llano. A lo mejor, no tardando mucho, en cuanto aparquen sus diferencias, que son más de las que trascienden, entran a saco en el asunto. Lo mismo se saltan a la torera toda cuestión y crean un calendario más acorde a sus pretensiones: el calendario "errejoniano", el "echeniquiano" o el "pablista" ya que el apellido del líder tiene difícil encaje. Las fiestas de carácter religioso serían de inmediato abolidas siendo sustituidas por las del nacimiento o el fallecimiento de Stalin, Fidel Castro, Marx, Hugo Chávez, Kim Jong-un, Nicolás Maduro, Evo Morales, Lula da Silva, Trostky, Lenin, Manuela Carmena, Ada Colau, Rita Maestre, Carolina Bescansa o por acontecimientos como la Revolución rusa de Octubre, la creación del régimen comunista soviético o la fundación de Syriza. No quiero dar pistas porque esta gente enseguida pasa a la acción. ¿Se lo imagina? No lo considere tan descabellado.