Era la crónica de una muerte (política) anunciada. La culminación una conspiración en la que estaban desde el poder económico a los buitres del PSOE. Y tras más de once horas de tensiones, gritos, insultos y lágrimas de cocodrilo, el Comité Federal que, pese a lo pretendido, no votaba sobre la abstención o no en la próxima investidura de Rajoy sino sobre si celebrar o no celebrar el congreso extraordinario del partido propuesto por la secretaría general, decidió por mayoría del llamado sector crítico rechazar el plan de Sánchez, por lo que, cumpliendo su palabra, el hasta ahora líder del PSOE presentó de inmediato su dimisión a los presentes. "Ha sido un honor", dijo por despedida.

El espectáculo ha sido caótico, de pura vergüenza, como ha sido calificado por destacados dirigentes, dentro y fuera, con partidarios de Sánchez en la calle gritando contra Susana Díaz, la ambiciosa intrigante andaluza, presidenta de aquella comunidad tan marcada por la corrupción, que es quien ha dado la cara y servido de ariete para la defenestración orquestada y consumada por las altas instancias de un partido roto por la mitad, deshecho, en caída libre e irremisible, que tardará años en recuperarse. La operación contra Sánchez, que llevaba ya mucho tiempo en el aire, pasó a ser un autentico golpe de mano cuando el expresidente González declaraba que el secretario general le había prometido en julio abstenerse y dejar que gobernase Rajoy, por lo que se sentía engañado, tras lo cual y en cuestión de horas se ponía en marcha la conspiración diseñada. El patético Rubalcaba completaba el aviso de salida al asegurar que lo primero era que España tuviese Gobierno, y después el futuro del PSOE. Quería decir un Gobierno del PP, liderado por Rajoy. A esos extremos se ha llegado, con la vieja guardia socialista motivada por oscuras redes de intereses privados, apoyando el entregar el Gobierno a sus adversarios, engañando a militantes y electores. Esa ha sido la auténtica razón.

Esta es la democracia interna del PSOE. Nadie puede saber a estas alturas si Sánchez hubiese resultado a la postre otro Zapatero, de tan infausta memoria, pero lo que no cabe duda es que ha sido el candidato más coherente de todos, con diferencia. Basándose en el mandato electoral rechazó cualquier fórmula de pacto que beneficiase al PP y ha sabido mantenerlo hasta el final, en medio de unas feroces campañas en su contra de los amos del dinero, y soportando constantes presiones y limitaciones por parte de los suyos. Pero ha acabado sucumbiendo, como no podía ser de otra manera. Y eso que pudo ser presidente de un Gobierno de cambio, en febrero, solo que entonces le faltó decisión y le sobraron graves equivocaciones, tan notorias que empezaron a cavarle la tumba en la que acabó cayendo.

Una caída que abre las puertas a una nueva investidura de Rajoy, esta vez, sí, con la abstención y el visto bueno del PSOE. Objetivo conseguido. Ahora se formará una gestora pero, aunque pueda haber otros candidatos, incluso Sánchez, es Susana Díaz la que más se perfila como nueva secretaria general del partido, hay que suponer que tras unas elecciones primarias, que ya se sabe para lo que valen.