Escucho por la radio que empieza el nuevo curso para los niños de la ONCE; también los niños de tres años se quedan a tiempo completo en el cole tras el período de adaptación; el ser abuelo le tiene a uno al día en estas cosas tan importantes en el devenir de la patria familiar.

Lo de la ONCE me recuerda a ese gran cuentista ciego que fue Borges pero también a otro genial y menos conocido: Gianni Rodari, premio Hans Christian Andersen (1970) equivalente al Nobel de la Literatura infantil. Sus "Cuentos para jugar", con tres finales distintos, a elegir, ya dicen mucho del arte y empatía del autor con sus lectores, a los que hace partícipes de la historia narrada, como también hace protagonistas del Nacimiento navideño -en uno de sus cuentos memorables- a los juguetes de plástico del niño de la casa, incluyendo pieles rojas o muñecas hippies. Hablar de sus libros sería un hermoso y breve cuento interminable -como paradójicamente a él le gustaría decir- sin embargo me voy a detener en uno de mis preferidos del autor de la "Gramática de la fantasía". Se trata de "Cuentos por teléfono": los que un padre, lejos de casa por motivos de trabajo, le contaba a su hija pequeña que no podía conciliar el sueño sin el cuento de papá, que corría a la cabina e inventaba cada día uno breve para no agotar las monedas, a falta del móvil actual, con minutos para contar de viva voz "Las mil y una noches".

Eran tiempos donde te daban "línea" las operadoras telefónicas que empezaron a engancharse a las bellas historias del "papá enrollado" con tanto ingenio.

Los cuentos son bellísimos, tanto por su ingenio como por su brevedad; el más largo no llega a dos páginas y los hay de menos de una docena de líneas.

A mayores, la prisa y el límite de la calderilla no mermaba la originalidad y variedad de temas y argumentos. Los títulos de algunas de sus "historias para dormir" son bien ilustrativos: "El edificio de helado". "La nariz que escapa". "A tocar la nariz del rey". "El semáforo azul". "El mago de las cometas". "Ascensor a las estrellas". "El pollito cósmico". "El camino de chocolate". "El ratón que comía gatos". Y... una "Historia Universal" resumida en 10 líneas y media. Así, hasta setenta relatos fantásticos, por teléfono, que son la delicia de los niños que van a la cama encantados de dormirse con cuentos y al mismo tiempo la panacea de papás y abuelos que tienen la suerte de tener gratis la "tarifa plana" de la imaginación para niñas y niños como los que imaginó Rodari: impacientes, ansiosos de bellas historias y cuentos para dormirse despiertos.

Se lo recomiendo.