Los críticos en Europa con el tratado de libre comercio entre la Unión y EE UU (TTIP, en sus siglas en inglés) pintan el posible acuerdo como una operación orquestada por los norteamericanos para acabar con la independencia económica del Viejo Continente y como puente de plata para el desembarco de las multinacionales yanquis en el mercado comunitario. Esta operación acabaría con nuestras empresas, sobre todo las pymes, y hundiría desde la agricultura al Estado de Bienestar.

Pues deben mentir muy bien estos estadounidenses. Porque viendo el debate entre los dos candidatos a la presidencia de EE UU del pasado miércoles, Hillary Clinton y Donald Trump, cualquiera pensaría todo lo contrario. El cuerpo a cuerpo entre el futuro líder o lideresa del "mundo libre", como tan pomposamente se autodenominan en Washington DC, evidenció que tanto republicanos como demócratas son más que reacios a los acuerdos del libre comercio con terceras regiones y países.

Para Trump, más que un neocon casi un neofascista, los tratados de libre comercio son una especie de diablo que ha provocado la deslocalización de empresas y ha arruinado a las clases medias y trabajadoras de EE UU. Se pasó el debate arremetiendo contra el Nafta (el acuerdo entre EE UU, México y Canadá) y avisando de que el recientemente firmado Tratado de Asociación Transpacífico (TTP) con Japón, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam, será igual de perjudicial para los intereses de su nación.

Clinton, lejos de defender el acuerdo firmado por su compañero de partido Barack Obama, mantuvo una postura crítica con el objeto mismo de los tratados y llegó a decir que en algún punto del TTP se han "equivocado". Dinamita, en ambos casos, para los futuros acuerdos que EE UU pretenda realizar con la UE.

En estos momentos se auguran nuevas turbulencias en la economía mundial por el parón del comercio. Aunque en realidad es el freno de las transacciones lo que provoca las crisis. Que se lo pregunten a la naviera Hanjin, quebrada y con centenares de barcos zombie por los mares del mundo. A pequeña escala, no pocos empresarios españoles han perdido miles de euros al no recibir o recibir tarde los productos que exportan o compran.

La Organización Mundial del Comercio alerta de que "el proteccionismo creciente" en el mundo, véase el "brexit" o los nuevos aranceles, ha llevado a las transacciones comerciales en 2016 al peor año desde 2009. Y todos recordamos lo duro que fue. Tal vez donde los países deberían poner el foco no es en el intercambio de bienes y servicios, que sostienen la economía real, sino en las financieras. ¿Por qué no se pone el foco en la gran banca y los paraísos? El dinero sí que campa a sus anchas sin que nada ni nadie le ponga trabas.