Un nuevo jarro de agua fría acaba de verterse en Bruselas sobre las expectativas de desarrollo y de crecimiento para la provincia en general y, en particular, para la comarca de Benavente. El director general de Transportes de la Junta, Ignacio Santos, presentó ante la Unión Europea el documento técnico que servirá de base al denominado Corredor Atlántico, el futuro de las redes de transporte en el oeste de la península, y en dicho informe solo figura la incorporación de la obsoleta línea de mercancías entre Medina del Campo, Zamora y Orense, sin electrificar, por la que apenas circulan ya trenes y que tiene por resolver el problema de coincidir en algún tramo con el AVE exclusivo de viajeros. Si esa es la cuota zamorana, seguimos de espera en el andén como la Penélope de Serrat.

Para nada se habla en ese documento del Centro Logístico de Benavente ni mucho menos del de la capital zamorana, desaparecido de los presupuestos autonómicos hace ya algunos ejercicios. Esta vez no se trata de una reivindicación provincial que haya caído en saco roto, como tantas otras. Existía una base previa de compromiso que, por argumentos que se desconocen, queda incumplido, uno más. La lectura del director general supone una decisión radicalmente contraria a la expresada por el propio presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, en dos ocasiones consecutivas: primero, en una visita girada a Benavente durante la campaña de las elecciones europeas y, por segunda vez, el 20 de mayo de 2015, en otra cita a la que acudió a la ciudad benaventana en su condición de candidato a revalidar la presidencia de la comunidad castellanoleonesa.

Herrera, que definió la Ciudad de los Condes como "un nudo estratégico y neurálgico desde el punto de vista de las actividades logísticas y del transporte", explicaba en dicha visita el trabajo realizado desde el Gobierno autonómico que presidía en funciones por aquellas fechas, "en lo que se llama el Corredor Atlántico", "uno de esos proyectos que queremos compartir dentro de la macrorregión que tenemos constituida con Galicia, con Asturias, con las regiones norte y centro de Portugal. Un proyecto al que deben dirigirse ahora fondos europeos, fondos de inversión, del Plan Juncker, que potencien todas las posibilidades logísticas que tiene Benavente y que tiene el conjunto de su entorno. Eso será capaz también de atraer capacidad de transporte y capacidad de logística".

Eso es lo que aparece recogido en las hemerotecas de ese día. Nadie del PP de Castilla y León contradijo esas afirmaciones. El compromiso parecía que iba en serio, o al menos así lo debieron entender los votantes zamoranos que dieron al PP cuatro procuradores por esta provincia en las Cortes unos días después del alegato en pro del desarrollo de Benavente.

Para aquellos que vean en la postura final de la Junta alguna "mano negra" de última hora, conviene aclarar que la decisión sobre los puntos estratégicos a incluir en el documento fueron pactados el pasado 16 de mayo de forma unánime por los representantes de Castilla y León, Asturias, Galicia y la Región Norte y Centro de Portugal. Con Herrera a punto de cumplir un año como presidente y con la zamorana Rosa Valdeón como vicepresidenta y consejera de Empleo.

Cabe preguntarse, pues, qué ocurrió en el lapso de esos doce meses transcurridos desde aquellas declaraciones en campaña hasta la aprobación del documento para que la provincia, y con ella Benavente, perdieran de golpe toda opción en beneficio, una vez más, del eje Burgos-Valladolid y Salamanca, a través de la frontera de Fuentes de Oñoro. ¿Qué suerte de acontecimientos hicieron perder a la ciudad de los Condes esa condición de nudo estratégico en el que tanto énfasis puso Herrera, un presidente que siempre ha presumido de evitar los proyectos faraónicos y de hacer campañas electorales ajustándose a la realidad de cada zona?

El presidente, o en su defecto, la voz cualificada que considere, debe explicar los motivos por los cuales Zamora ha pasado de ser candidata a recibir fondos europeos del denominado Plan Juncker, de estímulo económico, a la Cenicienta del cuento, porque el papel ya huele a fuerza de repetirlo en repartos varios. Nadie pone en duda la inteligencia de la máxima autoridad de la Junta de Castilla y León y su equipo de Gobierno, así como la coherencia en las decisiones que tienen que ver, y mucho, en el equilibrio del territorio y su vertebración. Para construir y "hacer comunidad", ese lema que tanto se esgrime desde el Ejecutivo con sede en Valladolid en un intento de vencer el complejo de reino de taifas de tan vasto territorio.

Por lo tanto, los zamoranos tienen derecho a saber qué razón de peso dio al traste con las expectativas generadas tras una decisión trascendental para que una provincia en una situación socioeconómica insostenible, en opinión de sus máximos agentes económicos y sociales, con enormes dificultades financieras que aparcan proyectos como la biorrefinería de Barcial del Barco, pese a que el Consejo Económico y Social (CES) de la región califique el proyecto de viable y puntero en el orden mundial, quede fuera. Por qué, una vez más, lo que queda en el aire es la sensación de ser los "canelos" de turno, parafraseando al propio Herrera. O si los presupuestos de la Junta para 2017 corregirán algunos de estos desequilibrios que nos llevan a la despoblación y a la desesperación de toda una provincia. Si nos van a asegurar que esa decisión no privará a Zamora de los beneficios del Plan Juncker o de cualquier otro estímulo económico que compense el esfuerzo diario de empresarios y trabajadores zamoranos, a los que constantemente se alude desde las administraciones instándoles a dar un paso al frente porque "llegó su hora". Y en verdad, a este paso, no les queda ni reloj.