Dice una sentencia popular: "Divide y vencerás", pensando sobre todo en la estrategia que debe seguirse cuando alguien (usted, yo, un país, una localidad, una empresa, un partido político, una organización terrorista o una secta religiosa) quiere conseguir un objetivo difícil de alcanzar o para barrer del mapa a un intruso que nos disgusta por los motivos que sean. Pues bien, una de las maneras más sencillas de obtener lo que se ambiciona, como pueden ser recursos materiales pero también simbólicos o culturales, y que poseen otros es dividir al colectivo que es objeto de nuestros deseos y provocar un cisma y una fragmentación en su interior. La estrategia, en este caso, suele elaborarse fuera, aunque no siempre, y la guerra, sea física o meramente simbólica, se dirime en el propio campo de batalla del adversario. Por consiguiente, aquello que se ambiciona siempre será mucho más fácil de conquistar.

Pero no siempre es así. Otro proverbio, que también circula por ahí, dice: "Divide y perderás". Suele ser el caso de cuando los miembros de un grupo humano, por los motivos que sean, se enfrascan en disputas y guerras internas. El grupo, al dividirse, pierde cohesión interna y las energías colectivas, que podrían utilizarse para conseguir objetivos ambiciosos, se difuminan y pierden fuerza, con lo que todos salen perdiendo, incluso aquellos que piensan que han triunfado en el combate. Los ejemplos son muchos, aunque hay dos clásicos: las familias que se enzarzan en disputas por herencias y patrimonios, o aquellas organizaciones donde las funciones y tareas están poco definidas o, incluso estándolas bien detalladas, cada uno va a su bola. En el ámbito universitario, donde trabajo, es frecuente encontrar dinámicas de este tipo. Pero también se dan en otros departamentos de la administración o en organizaciones privadas. En resumen, el grupo se resquebraja y la división interna solo consigue que todos pierdan.

¿Y este preludio para qué? ¿No creen ustedes que el espectáculo que estamos viviendo en el interior de la supuesta familia socialista es un buen ejemplo de división interna y de pérdida colectiva? Y si cambiamos de acera, ¿acaso no sucede lo mismo en la formación morada, es decir, en Podemos, cuando en su interior andan batallando también por conquistar la cima de la organización? Y en el pasado, mucho más reciente de lo que se cree, ¿qué fue de la vieja y extinta UCD? ¿Adónde llegaron y quién recogió los restos de aquel sonoro naufragio político? O si seguimos en el andén de la derecha, mismamente en el PP, cuando Aguirre, Aznar o Rajoy, por citar solo tres nombres muy populares, se lanzan pullas envenenadas y mensajes sibilinos que solo los enterados en la materia saben interpretar. En fin, que "divide y vencerás" es cierto cuando son otros los que quieren alcanzar el botín ajeno; pero también lo es, ¡vaya si lo es!, "divide y perderás", un modelo de acción muy frecuente en muchos ámbitos de la vida cotidiana.