Ha sido un auténtico y previsto golpe de mano, antidemocrático como todos los golpes de mano, un triste y vergonzoso espectáculo después del cual el PSOE nunca más podrá hablar de democracia interna. Los socialistas críticos, una interesada amalgama de intrigantes, resentidos, ambiciosos, derechizados, traidores y desleales han conseguido la dimisión de una parte mayoritaria de la dirección del partido para frustrar la reunión del comité federal que ya no reconocen a Pedro Sánchez como secretario general, y recurren al comité de garantías para cesarle y nombrar una comisión gestora que se haga cargo de la tremenda crisis, de la que seguramente tardará mucho en recuperarse el PSOE si es que se recupera a niveles anteriores, dudoso por cuanto algo tiene que haber muy podrido en un partido que se levanta contra su líder para apoyar al adversario, al PP de Rajoy que tanto daño ha hecho a las clases sociales más vulnerables, y permitir que siga gobernando con la abstención socialista. La presidenta del comité federal, una andaluza mano derecha de Susana Díaz, ha declarado ser la única autoridad ahora en el PSOE, pero la presidenta del comité de garantías, muy afín a Sánchez, afirma que ella es la única que puede convocar el órgano, en el que también son mayoría los que están en contra.

Acorralado por los suyos, peligrosa situación porque en ella son muchos los que deciden morir matando, Sánchez intenta resistir a base de propugnar el no a la investidura de Rajoy, porque sabe que en ese sentido cuenta con mucho apoyo de las bases, de su electorado, aunque no se haga la consulta pretendida en algún momento, y añade a ello su desafío de celebrar nuevas elecciones primarias y un congreso del partido antes de finalizar octubre. Incluso existe un calendario meticuloso para ello. Pero le va a ser imposible resistir esta ofensiva final, por mucho que el todavía líder del PSOE mantenga el reto, enfrentándose a la conspiración y afirmando que no dimitirá. Las circunstancias pueden asfixiarle tanto que no tenga otro remedio que abandonar. Los acontecimientos, los cuchillos largos, se están sucediendo tan deprisa que es posible que a estas horas el desenlace se haya producido y ya haya dimitido o haya sido cesado de alguna manera. O no. Y no deja de ser curioso cómo Sánchez, que fue quien más propugnó la marcha de Rajoy en el PP como condición previa a cualquier diálogo de acercamiento, pueda ser al final quien tenga que irse a su casa mientras sus compañeros de partido entregan el Gobierno al PP y a su pequeño satélite, Ciudadanos, con el apoyo o no de los nacionalistas vascos.

No ha habido tregua estos días en el acorralamiento, y así el expresidente González ha dicho sentirse engañado por Sánchez asegurando que le prometió que se abstendría en la investidura. Incluso se le ha escapado una peligrosa alusión al declarar que el PSOE había obtenido en el País Vasco los peores resultados: "pese a lo que hicimos", dijo. El secretario general se ha limitado a replicar que el no al PP en la investidura fue una decisión del comité federal. Los demás partidos, viendo que les dan la labor ya hecha, callan y otorgan, satisfechos los de la derecha y perplejos los restantes.