Lo ha dicho hace unos días el consejero de Fomento de la Junta de Castilla y León, un tal Suárez Quiñones: que las responsabilidades en política, al igual que los delitos en justicia, deberían prescribir. Se conoce que le parecen pocos los privilegios que se otorgan a sí mismos, y aún quieren más. Pero ¿qué quiere esta gente? Lo quieren todo, sencillamente, todo, sin exclusiones.

La singular declaración venía a cuento, cómo no, de la defensa que el Gobierno regional, sobre todo en boca de su presidente, Herrera, está llevando a cabo en relación con la permanencia en las Cortes de Valladolid de Rosa Valdeón tras haber dimitido de sus cargos al haber triplicado en un control de alcoholemia de la Guardia Civil de Tráfico, los límites permitidos. Como ya ocurriera la semana anterior en la toma de posesión de los sustitutos de la exvicepresidenta, que acumulaba además otros dos cargos ejecutivos, el presidente de la Junta volvió a pasarse de frenada, o esa impresión volvió a causar, en sus cálidas loas y alabanzas en defensa de la exalcaldesa de Zamora, provincia por la que es ahora procuradora. Los vecinos de la capital zamorana, en verdad que difícilmente pueden entender tantos elogios tras su paso como regidora municipal por el Ayuntamiento.

Herrera se enfrentó al portavoz socialista, Luis Tudanca, que en nombre del PSOE reiteró su petición de que la parlamentaria abandone también el escaño en las Cortes, pues mientras eso no suceda, adujo, la crisis política originada por lo que calificó como el "grave error" de Valdeón, no podrá darse por cerrada. Deseó lo mejor personalmente a la exvicepresidenta autonómica pero pidió que explicase por qué razón le merece más respeto la renuncia a los cargos de la Junta que al de las Cortes. Fue un duro debate con el presidente regional, con broncas palabras y a veces mal tono, en la habitual línea altiva y soberbia de los dirigentes del PP, como cuando Herrera llamo zombi a Tudanca y le dijo que saludase a una política que tiene más futuro que el del representante del PSOE.

Si por Herrera fuese, y así lo ha dicho, Valdeón no abandonaría el escaño y seguiría como procuradora del Grupo Popular por Zamora. Parece lo más seguro, aunque la exvicepresidenta quiera renunciar al aforamiento. Quiere pero no puede, a menos que deje su puesto en las Cortes. Lo que se pretende, parece, es dejar que pase el tiempo y el asunto se vaya olvidando. Pero no es tan fácil, porque el pasado nunca se borra del todo y siempre hay algo o alguien que lo recuerde. A ver qué pasa con las investigaciones pedidas a Interior sobre las filtraciones del atestado por el incidente. Y en el PP, no solo en Zamora, donde ha sido siempre evidente, sino a nivel nacional, Valdeón, buena comunicadora y relaciones públicas, no cuenta con tantas simpatías y defensores como en Valladolid, donde el Grupo Popular sigue volcándose en su decidido apoyo a su compañera de bancada.

En todo caso, y en teoría, la decisión de permanecer como procuradora o dimitir del todo y no a medias debería ser una cuestión personal y de asunción o no de responsabilidades políticas.