Con absoluta normalidad se inició el curso escolar en Zamora la semana pasada, cuando los alumnos de infantil y primaria, 11.000 en toda la provincia, se incorporaron a sus clases. Y esta misma semana empezó igualmente el año lectivo para los estudiantes de ESO y Bachillerato a quienes en los próximos días se añadirán los que cursan otras enseñanzas específicas, salvo las de carácter universitario que no se inician hasta octubre, como es habitual. En total, unos 21.000 alumnos en las aulas, mientras sigue debatiéndose entre la comunidad de la enseñanza -profesores, padres, y los propios estudiantes- el engorroso asunto de la aplicación de la nueva ley de educación del PP, que ha suscitado un gran rechazo por su reimplantación total de algo tan impopular como los exámenes de reválida.

Pero si ese es el problema del presente, que es de gran envergadura por lo que supone, mucho mayor aún, por diferido y a medio plazo que sea, es el que representa el futuro de estos 21.000 escolares zamoranos. Porque, sencillamente, es que no tienen futuro en su tierra la inmensa mayoría de ellos, que tendrán que emigrar más pronto o más tarde a las zonas industriales del país, o a Europa, o a América, como en realidad lleva siglos ocurriendo. Una provincia agraria, con cada vez menos recursos y más desengaños y que hoy como ayer carece del más mínimo tejido empresarial fuerte. El campo fue despoblándose en favor de las zonas urbanas, pero sin puestos de trabajo, que es lo que no hay en Zamora, el final acaba siendo siempre el mismo, fatalmente. A ver dónde se van a colocar esos miles de jóvenes que ahora se preparan para conseguir una capacitación personal y profesional que les permita buscar su camino en la vida. Un camino que encontrarán fuera, a poca o mucha distancia.

Es duro y amargo contemplar este panorama, aunque tal vez más valga hacerse al mismo desde el primer momento, y saber lo que les espera, previsiblemente, a las nuevas generaciones, a nuestros hijos y nietos: un futuro imperfecto en este sentido. Son de Zamora, pero muchos de ellos no podrán vivir en Zamora, aunque sigan siendo zamoranos de corazón y para toda la vida, esté donde esté su hogar. Las cosas son como son y no como desearíamos que fuesen o como sería justo que sucediese, y los datos son bien claros en este sentido, marcando la provincia como la más envejecida de España, solo superada por la gallega Orense. Por cada 100 escolares existen actualmente en la provincia casi el triple de personas mayores de 64 años, unos 280, unas cifras muy superiores a las de España e incluso a las de Castilla y León, que es la tercera región con más población vieja y menos jóvenes.

Va a ser una situación demográfica muy grave dentro de unos años, que no solo supondrá el mantenimiento desesperado de la emigración y la despoblación sino que se notará igualmente en la calidad asistencial, pues difícilmente podrán mantenerse los niveles sociales que aun se disfrutan hoy día, y muy en especial el sistema de pensiones. Para resolver estos problemas se necesitaría una clase política que nada tiene que ver con el aluvión de mediocridad, incompetencia y corrupción que se sufre.