Si, finalmente, como todo parece dar a entender, hay que celebrar elecciones generales por tercera vez -que según los expertos es fácil que no sea la última- habrá que contar decididamente con la abstención, más que nunca, dado el cansancio de la gente, su indignación y desmoralización ante esta clase política que se padece y encima sin recambio alguno porque las esperanzas de cambio de Podemos y Ciudadanos se han diluido casi definitivamente en ambos casos. Aunque sean los comicios el 18 de diciembre, dado que por suerte los demás partidos han conseguido echar por tierra el chantaje emocional del PP queriendo obligar a los españoles a acudir a las urnas el mismo día de Navidad, los que se queden en casa van a representar un porcentaje considerable, tan alto poco más o menos, igual que ocurrió el 20-D y luego el 26-J, como el del PP, el partido ganador.

Pero la abstención no cuenta en ese sentido, aunque representa la máxima expresión de la actitud y el sentimiento de los electores, dando la espalda al rito democrático. Aunque su postura de abstenerse es tan democrática y tan válida y legítima como cualquier otra, como votar a unos u a otros, votar en blanco, con el sobre vacío, o votar nulo, inutilizando la papeleta depositada. Entre las tres opciones, qué cosas, casi que serían el partido mayoritario, si pudiesen ser partido y gobernar. Si la abstención anduvo siempre en los últimos comicios alrededor del 30 por ciento, el mismo porcentaje obtenido por Rajoy, entre los votos en blanco y los votos nulos, que haberlos los hay, y muchos, de las dos clases, se acercarían a más de un 33 por ciento que es bastante significativo acerca de los vínculos existentes entre la gente y los políticos que dicen representarles y quieren gobernarles.

No hay un partido del abstencionismo, aunque se ha hablado en ocasiones de intentar formarlo, o algo semejante, ni hay que se sepa un partido de los votos nulos, esas papeletas que llegan manipuladas, rotas en pedazos o con leyendas insultantes para los políticos, pero sí que hay, y ya desde hace varios años, un partido que se denomina Escaños en Blanco,y que ahí está, dispuesto para concurrir a las elecciones de Galicia y País Vasco y si es necesario y se celebran a las generales de diciembre. Un partido que se incluye en esa pequeña nómina de grupos minoritarios que suelen despertar las simpatías de un público desengañado con lo que hay y busca nuevos caminos, en algunos casos poniendo en línea de salida a partidos como el creado en favor de los animales, el Partido Animalista, que se acerca cada vez más a lograr representación en las instituciones, algo que muchos desean y apoyan.

Los de Escaños en Blanco cuentan con varios concejales en algún pueblo de regiones como Aragón, y de acuerdo con sus reglas, ellos no acuden a las sesiones municipales ni a los plenos, pero tampoco cobran sueldo alguno ni el grupo admite la subvención legal. Parece que han ido a menos en las últimas elecciones, porque algunos de sus votantes les recriminan su patente inacción, a lo que ellos suelen replicar que hacen justo lo mismo que los demás: nada, pero sin cobrar ni mentir.