Cada ciudad posee una forma característica, que es producto de su historia. En las ciudades antiguas las alteraciones se han producido a ritmo lento. Tiene que acontecer el desarrollo capitalista de principios del siglo XIX para que se intensifique el ritmo de los cambios. En nuestra ciudad, los cambios que dejaron mayor huella fueron a finales del siglo XIX, cuando en muchas ciudades europeas deciden demoler las murallas y crear espacios que van a marcar los nuevos recorridos que estructuren el territorio. Aquí se produce la demolición de la puerta de Santa Clara, medida simbólica que marca el foco hacia el cual se va a culminar la acción remodeladora a lo largo del eje de la citada calle y hasta alcanzar la Plaza Mayor.

La ciudad disfrutaba de una época de bonanza económica motivada por las nuevas industrias harineras que impulsan al comercio local con proyección sobre toda la provincia. Los cambios en la configuración del trazado sobre el plano son mínimos. Solamente se produce la apertura de nuevas calles tales como Viriato o Benavente. En el resto la forma del callejero medieval se respeta. En donde sí se introducen cambios es en las tipologías de los bloques de viviendas, empezando por los accesos generales a la finca, definiendo claramente los perímetros de los locales comerciales en la planta baja y los portales de uso exclusivo para las viviendas y dando acceso al bloque de escalera para servir de forma autónoma a las viviendas en cada planta. De esta primera época del siglo XX proceden la mayor parte de los nuevos edificios de estos dos ejes urbanos, Santa Clara y San Torcuato. Otra novedad es que estos edificios de viviendas son para alquilar, y con ello satisfacer la demanda de un nuevo público, ciudadanos tales como profesionales liberales, funcionarios, comerciantes, etc., que forman una clase media acomodada que es la que va a protagonizar la vida de la ciudad a lo largo de todo el siglo XX hasta nuestros días. Es sintomático que el primer edificio dotado con ascensor en la ciudad se sitúe en el espacio que previamente estaba ocupado por la Puerta de Santa Clara. Este nuevo tipo de edificios adoptan formas de acuerdo con las modas que procedían de Europa, y que aquí hicieron acto de presencia por la intervención decisiva de un arquitecto catalán, Francisco Ferriol, que contribuyó a extender las formas del modernismo, contando con su autoridad municipal de forma rotunda.

Fuera del perímetro de las murallas, la ciudad inicia su expansión, con las mismas premisas de respeto a las configuraciones originales de las fincas pero que aquí, en las afueras, son de mayor dimensión y están generalmente sin edificar. Se denominaban como josas, y que si bien tenían algún espacio para cultivos de huerta, servían de disfrute para esta nueva clase recién incorporada a la vida urbana y que añoraba ese contacto perdido con la naturaleza. Este doble tipo de parcelas, una dentro de la vieja tradición y la otra propia de las huertas periurbanas, dará lugar a diferentes tipos de proyectos de edificación.

Se necesita demoler las antiguas casas para hacer el cambio urgente del parque de viviendas a lo largo de las calles situadas dentro de murallas y que desembocan en la Plaza Mayor. Igualmente, y de forma sucesiva, se complementa la edificación de viviendas ocupando el espacio de estas josas, acomodando la volumetría del edificio a las mayores dimensiones de parcela. Con lo cual de estas josas surgen edificios exentos con cuatro fachadas, y con formas desenvueltas y modernas, pero sin olvidar referencias propias de la arquitectura popular. Esta arquitectura de los ensanches es la que aparece de forma simultánea en diversas capitales de provincia, incluso en el protectorado de Marruecos, sobre los años 20 y que se ha denominado "regionalismo crítico". La fiebre por avanzar en la extensión de la ciudad explica la participación de arquitectos foráneos como Gregorio Pérez Arribas o Antonio Sánchez Blanco, que introducen nuevas técnicas constructivas como las estructuras de ladrillo, con muros de carga de hasta cinco alturas. Se necesitaban nuevos tipos de vivienda para familias con un nivel de servicios más completo que los que se utilizaban anteriormente. También había que organizar los espacios para un tipo de comercios que en realidad podían considerarse análogos a los de los grandes almacenes de las capitales europeas, y en donde la decoración era como una expresión más de las atenciones al cliente.