Ha sido, la pasada, una semana de escándalos políticos o relacionados con la política. En realidad, se iniciaba ya con las secuelas del caso Valdeón, que había dado el triple de lo permitido cuando la Guardia Civil, tras un percance en la autovía, retuvo su vehículo y procedió a las pruebas de alcoholemia marcadas por la ley. La exalcaldesa de Zamora dimitió de inmediato de sus cargos en la Junta de Castilla y León, dando un vivo ejemplo de honradez y coherencia, aunque continuando como procuradora en las Cortes regionales. En el acto de despedida, el presidente Herrera se volcó en loas y alabanzas con quien había sido su vicepresidenta y arremetió duramente, aun sin citarlo, contra el PP zamorano y algunos de sus dirigentes a los que acusaba veladamente de haber filtrado datos de una información que dio en exclusiva este periódico, fruto de muchas horas de trabajo e investigación por parte de sus redactores y que fue recogida por los medios nacionales. La oposición del PSOE, a través de su portavoz, Tudanca, afirmó que Valdeón no era una mártir, que solo había hecho lo único que podía hacer, y que debería igualmente dimitir como parlamentaria. Ha renunciado a su aforamiento, de cara al atestado judicial que se instruye, pero no es posible si no cesa antes como procuradora. En fin, que el asunto ha quedado substanciado a medias, y que lo más seguro es que todo acabe en nada.

Luego lo de Rita Barberá, que se veía venir, pero a la que el PP mantenía con todos sus privilegios como senadora. La exalcaldesa de Valencia, la alcaldesa de España, y lo mejor de lo mejor según Rajoy en su día, fue imputada como punta del iceberg del blanqueo de capitales presuntamente cometido por el PP de Valencia, convertida la capital del Turia en un nido maloliente de corrupción sin límites. Todos están imputados, exalcaldesa, expresidente de la Diputación, expresidente del partido, concejales y demás, pues parece ser que entre todos, también, se repartían suculentas comisiones. Así que en el PP no tuvieron otro remedio que echar a andar y pidieron la inmediata dimisión de Barberá. Hasta sus socios de Ciudadanos asomaron la cabeza para sumarse a la exigencia. Pero no es adversaria fácil después de tantos años en política, de modo que resolvió la situación a gusto de todos, especialmente del jefe Rajoy, que debe tener miedo de lo que pueda saber, dándose de baja en el partido pero sin renunciar a su escaño en el Senado, pues la disparatada ley electoral contempla el cargo como nominal. A Rajoy cuando le preguntan dice que no puede hacer nada porque Barberá ya no es del PP

Y mientras, en Andalucía, gobernada de siempre por el PSOE, la otra pata del bipartidismo, que es como la Valencia socialista en cuanto a escenario de múltiples corrupciones que han costado muchos millones al erario publico, se da a conocer que la Fiscalía pedirá seis años de cárcel para el expresidente autonómico Griñán, y diez años de inhabilitación para Chaves, su antecesor, por el caso de los ERE. La corrupción se reparte y el hedor se extiende y llega a todos los sitios, a la espera de las elecciones del día 25 en Galicia y País Vasco, que determinarán si hay que ir a las urnas en diciembre o no.