Estoy delante del Pórtico de la Majestad en la Colegiata de Toro. Alzo la vista. Los arcos de molduras esculpidas (arquivoltas) me elevan la mirada y al mismo tiempo la extienden como ondas concéntricas de un mar con bellas irisaciones. En la sexta ola, o arquivolta, aparecen representados 18 músicos. Las figuras de los instrumentos musicales y sus intérpretes son un legado artístico e histórico de primer orden.

El valor documental es tan evidente que con la reproducción manual en curso de las piezas identificadas va a permitirnos oír su música detenida en el tiempo. Un grupo de luthiers, coordinados por Jesús Reolid, va a darles sonido a través de su reproducción artesanal.

La representación escultórico-musical de la arquivolta sigue la tradición de otros Pórticos como el de Santiago de Compostela, que muestra los 24 ancianos músicos del Apocalipsis aunque en el de Toro hay menos instrumentistas pero de edad heterogénea.

Curiosamente coincide con el número de pueblos de Toro y su alfoz. ¿Podría tener alguna significación este dato o es mera coincidencia?

La música está unida al culto desde la tradición hebrea reflejada en los salmos. En la puerta de las Platerías de la catedral de Santiago observamos el bajorrelieve del rey David tañendo un cordófono. En el Pórtico de Toro, se han identificado los nombres del conjunto instrumental advirtiendo, el mismo Reolid, su acertada distribución para que el juego de timbres produzca el mejor sonido orquestal.

Como se ve, todo está concebido tal que una puesta en escena, donde la ceremonia ha sido ensayada y la colocación prevista de ante mano, no solo de los músicos sino del conjunto de imágenes y santos. Estamos en la antesala de un templo. Se celebra la liturgia con un protocolo propio y con rituales que tienen todo un significado empezando por las vestiduras de los clérigos celebrantes.

Por otro lado no hay que olvidar la advocación mariana de la Colegiata.

El culto a la Virgen tiene un componente festivo y musical desde los inicios de la veneración a la madre de Dios.

Permítaseme hacer conjetura histórica e imaginar alguna de las canciones que podrían sonar en la Colegiata, a tenor de los instrumentos esculpidos en la arquivolta famosa: a bien suponer, las "Cantigas de Santa María" de Alfonso X el Sabio, suegro que fue de María de Molina, promotora del sublime Pórtico.

Y ahora bajemos la mirada hacia el parteluz donde Nuestra Señora preside el conjunto; en su honor va empezar el concierto que celebra su coronación gloriosa, representada en el tímpano. Ya están afinando la zanfona, el psalterio, la viola, la cítola, el arpa, el tambor, la gaita... Un rebumbio típico del arranque orquestal. Vamos callando.

Se escucha la Cantiga musical:

"Santa María, strela do día

mostranos-vía per Deus e nos guía...".

Decimos, cuando oímos una música conmovedora que ablanda las piedras. Esta vez han sido ellas las que me han conmovido:

"quí el alma navega

por un mar de dulzura y finalmente

en él así se anega

que ningún accidente estraño o peregrino

oye o siente".

Con fray Luis de León termino.