En España, puestos a elegir entre lo malo y lo peor, una ligera mayoría vota al PP, pero tan ligera que van dos elecciones y seguramente se necesiten tres, sino cuatro, para llegar a formar un Gobierno bajo mínimos. En Estados Unidos, que va a celebrar sus elecciones presidenciales en noviembre, la diferencia, si la hay, entre lo malo y lo peor hace que las encuestas no sean ni rotundas y multipartidistas como aquí, y está por ver si resultan tan fallidas. Cambian de una semana para otra, y lo mismo dan favorito a Trump como a Hillary Clinton, cuando no en empate técnico, para suceder a Obama en la Casa Blanca tras los ocho años de mandato establecidos por la ley.

Además de variar constantemente en cuanto al liderato, los resultados de los sondeos dependen de dónde y quién los encarga y los paga. O sea, lo mismo que en todas las partes. Solo en la última semana, unos dan ganador por escasa distancia de votos al ultraconservador Trump, y otros hacen hincapié en una clara ventaja de la progresista Clinton. La verdad es que el candidato republicano suele caer mal, incluso entre los suyos, por su radicalismo desmedido y desaforado, pero la líder demócrata puede que caiga todavía peor debido a la leyenda negra que el matrimonio Clinton arrastra consigo desde siempre, cuando fue la primera dama norteamericana.

El candidato derechista empezó su larga campaña de promoción personal dentro de los suyos, el Partido Republicano, entrando como un elefante en una cacharrería, pero pese a las meteduras de pata, ha aprendido a ir encauzando su discurso a base de rectificaciones y más rectificaciones sobre la marcha, y no ha tenido inconveniente en pagar de su bolsillo millonario a prestigiosos asesores. Últimamente, lee sus intervenciones para que no se le caliente la boca y se ponga a desbarrar contra los inmigrantes sobre todo, que es un voto muy importante, ni se pase de frenada contra su rival que se ve metida en diversos líos, algunos de ellos desvelados ahora, en campaña, por un libro sobre su vida personal.

Clinton es autora de dos publicaciones en años anteriores que parecían destinadas a su promoción política. Son memorias, en las que pasa por encima de lo íntimo, y se centra excesivamente en sus inquietudes sociales, siendo su marido presidente de USA, y luego en sus trabajos como secretaria de Estado con Obama. El tercer libro sobre Hillary Clinton, ya hacia la recta final, lo ha escrito un antiguo agente del FBI que estuvo destinado a la custodia de los inquilinos de la Casa Blanca y que describe con pormenores lo que fue el hogar presidencial en los tiempos de Bill Clinton. Pone a Hillary a caer de un burro, asegura que tiene un carácter errático, paranoico y violento y que pudo ver al expresidente con la cara arañada o con un ojo morado, aunque no afirma que la agresora fuera su esposa. El caso de la Lewinsky no fue único, se dice, sino que hubo otras muchas mujeres. Y así todo. Pese a ello, y aunque lo más deseable y sensato sería el triunfo de Trump y su vuelta a los viejos valores en riesgo, la Clinton parece favorita a ser la primera mujer en la presidencia de la nación más poderosa del mundo.