Lo que ha hecho Rosa Valdeón tras ser retenida por la Guardia Civil de Tráfico tras conducir con una tasa de alcohol que triplicaba los límites establecidos ha sido lo que tiene que hacer en un caso semejante cualquier persona con un cargo político que tenga unos mínimos de dignidad y coherencia: dimitir. Ha asumido su responsabilidad y ha recibido por ello, y por la inmediatez de la decisión adoptada, justas alabanzas, incluso de sus oponentes. Cierto que con anterioridad algunos políticos, casi todos de su partido, que han sido pillados conduciendo ebrios, se han mantenido en sus lugares, o en sus escaños, aunque no todos. Pero lo que procede, lo que hay que hacer sin que quepan excusas ni dilaciones es lo que ha hecho la exvicepresidenta de la Junta de Castilla y León: irse. Tampoco se entiende, por tanto, tan desmedidas loas y aplausos cuando Valdeón ha cumplido con un deber ético y moral.

Y no del todo, lo que está dando lugar a un enfrentamiento más o menos directo o solapado entre el PP de Zamora, que preconiza su cese también como procuradora, y el PP regional, que ha cerrado filas en su torno, apoyando su mantenimiento en las Cortes. Porque el caso es que Valdeón se ha ido, pero no se ha acabado de ir. Pone fin a su carrera política, pero sigue como parlamentaria, al menos por ahora, y aunque dice no tener apego al puesto. El PSOE ha pedido su dimisión total por coherencia, uniéndose así al PP provincial en las declaraciones de la presidenta de la Diputación calificando de incomprensible e incoherente el no haber dimitido de todos los cargos. Mientras Maíllo, el presidente local y número tres de los populares a nivel nacional, calla con notoria discreción y apela a lo que en este sentido dicte el partido, aunque su pensamiento al respecto resultaba evidente y más conociéndose sus enfrentamientos con la exalcaldesa de la capital, que vienen de lejos. Realmente, es tan ínfimo el nivel democrático del país, que lo natural, la dimisión de Valdeón, se toma por parte de algunos como un acto de heroica renuncia. Pero no es solo en el PP local y en el PSOE donde se opina que la dimisión ha de ser de todos los puestos. Porque representa a Zamora en las Cortes de Valladolid, o sea a todos los zamoranos, y puede que para mucha gente no resulte agradable ni aceptable ser representados por una persona que ha protagonizado un incidente tan lamentable por mucho que ahora se le intente quitar hierro, extrañamente hasta por parte del camionero que la denunció sin saber quien era, y que tendrá una tramitación judicial diferente por cuanto aquí hasta los parlamentarios regionales están aforados.

Como no le faltan valedores, el portavoz del grupo del PP, Carriedo, que ahora ha pasado a ocupar el cargo de consejero, mientras De Santiago-Juárez asciende a la vicepresidencia, ha arremetido duramente contra Martín Pozo, la presidenta de la Diputación, sin aceptar la crítica y mandándola a organizar la institución que regenta. Para el portavoz, tiene que seguir como procuradora, pues es una de las políticos con más prestigio en Zamora. Se nota que Carriedo no vive aquí. La marcha de Valdeón será más creíble, en efecto, cuando abandone su escaño. Lo otro es solo una dimisión a medias.