La última edición de la Diada catalana ha sido, en cierta medida, más de lo mismo pero con menos participantes que otros años. Me comenta un señor de Manresa, por cierto: encantador, que está veraneando en Zamora que allí, en Cataluña, no se enteran de absolutamente nada que no sea lo que los independentistas, de Puigdemont para abajo, quieren contar en sus medios de comunicación. Me dice que se entera más de la actualidad nacional e incluso internacional durante el mes que pasa en Zamora que los once restantes en Manresa. En la foto se colaron Mas, que mientras fue presidente no quiso mezclarse con la barahúnda y como ahora se encuentra liberado del cargo se echó a la calle y el actual presidente de la Generalidad quien, por cierto, ha dicho que solo impulsará el referéndum si es "factible" y su resultado "vinculante". Ni los promotores de la independencia lo ven claro, ni se muestran todo lo seguros que su arrogancia permite pensar. No obstante, Puigdemont ha dejado claro que todos los pasos y modificaciones en la hoja de ruta soberanista se deben decidir conjuntamente con los 72 diputados independentistas, incluyendo Junts pel Si y la CUP. No son en absoluto fiables los compañeros con los que quiere emprender ese camino incierto. Para PP, Ciudadanos y PSC, el ninguneo de costumbre. A ver si de una vez por todas se entera el ambiguo Miquel Iceta.

Lo que a nadie ha pasado desapercibido ha sido el acto político que organiza la izquierda anticapitalista con motivo de la Diada por las calles de la capital catalana, cuya organización ha recaído este año sobre la CUP y otras organizaciones relacionadas con este partido como Alerta, Arran y Endavant. Con sus acciones han demostrado dos cosas, que están pasados de moda y se aferran a viejos clichés absolutamente demodés en sus comportamientos y que se parecen cada vez más a los talibán, a los miembros del Dáesh. El Dáesh quema banderas estadounidenses y retratos de Obama, estos chiquitos queman la bandera de España, las imágenes del rey Felipe VI, además de cargar todo su odio contra la Carta Magna patria a la que responsabilizan de todos sus males, dedicándose a quemar algunas de sus páginas. Estamos, dentro de lo que cabe y dada la situación mundial, bien y algunos esperpentos pretenden que estemos mal. Pero no lo van a conseguir. Por cierto, durante la marcha en la que profirieron gritos espeluznantes quemaron banderas europeas y francesas, lo nunca visto hasta ahora. Quema que la reputada diputada de la CUP, la insigne Anna Gabriel, defendió como parte del comportamiento de un Estado democrático. ¡Anda coño! Ahora a la anarquía le llaman democracia. Algo ha fallado en el sistema educativo para que alguna gente tenga los conceptos tan erróneos. Esta gente sigue anclada en el más de lo mismo. En aquello que un día fue rebeldía, pero con glamur y hoy es una mierda pinchada en un palo. El debut de Podemos en la Diada ha incomodado a los convergentes. Ellos les han dado pie, ellos que los aguanten ahora.