N o ha funcionado la renovación en España, pues el cambio ansiado por los españoles, como los resultados electorales demuestran, finalmente no se va a producir, según todos los indicios. Solo algunos ayuntamientos, aunque los más importantes, eso también, han conseguido huir, al menos en parte, del bipartidismo que durante décadas ha erosionado tanto la democracia, pero ni siquiera esos cambios han satisfecho la demanda generalizada que existía en la sociedad, primero desencantada, luego indignada y finalmente asqueada del aluvión de corrupción y mediocridad política, de tan bajos niveles, instalada en el poder desde siempre y puede que para siempre a juzgar por lo ocurrido.

El problema ha sido, además, que el relevo ofertado no era tampoco, ni de lejos, lo que se esperaba, pues a su oportunismo no se han aliado las dosis de inteligencia, maduración y sentido práctico necesarios. Han decepcionado tanto o más que los viejos líderes, como el reiterado triunfo del PP ha puesto de relieve, aunque apenas haya podido pasar del 30 por ciento de los votos. Pero en esta ocasión no solo ha influido el ancestral conservadurismo humano del más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, ay virgencita que me quede como estoy, sino que ha habido, igualmente, una firme intuición de que lo venidero podía ser aún peor y a todos los efectos.

Tuvieron su oportunidad los nuevos y la desperdiciaron. Podemos, con sus radical agresividad oral, con sus quimeras e intransigencias, con su rancio comunismo no tan soterrado, y con las poderosas campañas que ha tenido y tiene en contra, seguramente ya haya tocado techo electoral. Serán una oposición numerosa e importante, con peso específico, una oposición necesaria, además, pero lo más fácil es que no pasen de ahí. Lo mismo cabe vaticinar a Ciudadanos, un partido hecho a la medida desde las sombras, jugando con el oportunismo que la ocasión le deparaba para hacer como si cambiaba algo y que todo siguiese igual, sin importarles el triste papel desempeñado por más que quieran disfrazarlo de responsabilidad. Y otro tanto vale en parte para el líder del PSOE, maniatado por complejos y presiones desde la diestra y la siniestra y que ha llevado a los socialistas a sus peores resultados.

La renovación sigue pendiente y sigue siendo necesaria, más que nunca y en todos los aspectos. El Congreso es un cementerio de elefantes con parlamentarios, en su gran mayoría del PP, encabezados por el propio Rajoy, que llevan más de cuatro legislaturas calentando el escaño, viviendo de la política, en definitiva. Aparte, los gobiernillos y cortes regionales, los consejos de administración de las empresas públicas y sobre todo los muchos organismos duplicados, caras mandangas de cada comunidad, del todo innecesarias, donde políticos amortizados siguen encontrando su confortable y bien pagado pasar, a costa de los contribuyentes. Contra todo esto es lo que había que haber hecho un frente común pero no se hizo o se hizo rematadamente mal y las consecuencias es la continuación del mismo estado de las cosas, que es el camino por el que volverá a acabar transitando el paisaje y el paisanaje.