Hagamos un pequeño ejercicio de política ficción o de surrealismo superlativo. Imaginemos que, en la sesión de investidura del viernes, el PSOE en su totalidad o quince diputados (cuatro más de los necesarios para que el candidato anduviera sobrado) se hubieran abstenido para que Rajoy ganara la votación y saliese del Congreso como presidente del Gobierno. Y justo, justo, cuando recibe las ovaciones de los suyos y los gestos de resignación del resto, se sabe que el propio don Mariano ha propuesto como candidato español a la Dirección Ejecutiva del Banco Mundial al exministro José Manuel Soria, obligado a dimitir tras pillarlo en los papeles de Panamá y tras negar una y otra vez su implicación hasta que los datos desbarataron sus mentiras. Pues bien, a este personaje cuya biografía y andanzas dan para una enciclopedia Rajoy lo quiere encumbrar a uno de los puestos clave de la economía mundial, eso sí, con un mísero sueldo de apenas 250.000 euros limpios al año. Sin duda, un duro y merecido castigo por haber dado la puntilla a la minería española (que pregunten por Soria en León, Palencia, Teruel y Asturias ), por haberse cargado las energías renovables y por otros cuantos éxitos de idéntica jaez. Una penitencia solo comparable a la aplicada al exministro Wert, que continúa en París en un altísimo cargo con piso, coche oficial y unos estipendios de esos de "cágate lorito; ahora mismo, señorito".

¿Ya se han imaginado la escena? Ahora, imagínense las caras de Albert Rivera, de Pedro Sánchez, de los que votaron a favor del candidato sin ser del PP, de los que se abstuvieron por "patriotismo", de los que, también por patriotismo, abogaron por dejar formar Gobierno a Rajoy y de quienes, aunque sea con la nariz tapada, prefieren una salida, la que sea, antes de incertidumbre y nuevas elecciones. ¿Qué pensarían al enterarse de lo de Soria? No es difícil adivinarlo: le damos, a regañadientes, la confianza para romper este bloqueo y, a las primeras de cambio, nos la juega, como para fiarse; ¡viva el patriotismo redentor! Que viva.

Patriotismo. La palabra ha vuelto a ponerse de moda estos días. Tanto que, en varios momentos, las sesiones del Congreso parecían el frontispicio de los cuarteles de la Guardia Civil con su lema "Todo por la Patria". Rivera firmó el acuerdo con el PP por patriotismo y por el futuro de España; a Pedro Sánchez le han exigido "responsabilidad patriótica" desde todos los ángulos y voces posibles, unos (Rajoy, Rivera) para que se abstenga, otros (Pablo Iglesias, Homs, Tardà) para que lidere una alternativa; Rajoy se ha hartado de hablar de España y sus necesidades patrióticas que únicamente se resolverán con un gobierno presidido por él (se ignora si con Soria, Mato, Wert, Matas, Camps, Barberá, Rato y otros parecidos en el Gabinete).

Todos piden patriotismo a los demás, pero no tienen muy claro su propio nivel de patriotismo. Por ejemplo: si Rajoy exige a Sánchez responsabilidad patriótica, ¿ha pensado él en una retirada patriótica? Si son varios los grupos y líderes que han dejado entrever que podrían apoyar a otro candidato del PP, ¿por qué don Mariano no se plantea la renuncia patriótica? Se sacrificaría en aras de España y de su porvenir, daría su vida política por su patria? En suma, un héroe, como Viriato, el Cid, Daoíz, Velarde, Churruca y varios miles más, pero sin sangre.

Si existiese y fuera fiable un patriotismómetro que nos permitiera saber el nivel real de patriotismo, posiblemente nos llevaríamos muchas sorpresas. Quizás la primera fuese comprobar que, pese a lo dicho en el Congreso, nadie le hace ascos a unas terceras elecciones? si no se celebran en Navidad, que eso cabrea mucho al personal, pero se pacta una medida que adelante los comicios al domingo anterior y punto. De hecho, algunos de los discursos pronunciados en las recientes sesiones más parecían mítines electorales que alocuciones de investidura. En el fondo, da la impresión de que todos (o casi) confían en mejorar los resultados y ser más fuertes, cuestión de patriotismo, a finales de diciembre.

Y es que todo apunta a que volveremos a las urnas dentro de tres meses y medio. Nadie, salvo Rivera, parece estar incómodo, Rajoy sigue siendo presidente y se evita tomar decisiones complicadas y comparecer en el Congreso y cada cual alza las manos, se encoge de hombros y abre los ojos para decir "yo no he sido, a mí que me registren". No se esperan milagros; ya no se estilan. Fíjense en lo sucedido en Palencia. El 2 de septiembre, san Antolín, es tradición bajar a la cripta de la Catedral a beber agua de su pozo. Se le atribuyen propiedades milagrosas. Este año se ha prohibido el rito. El agua está contaminada. Y si eso ocurre en una catedral, qué no ocurrirá en asuntos terrenales. Ya no queda más milagros que el de José Manuel Soria. Y sin ingerir agua bendita. Para que luego digan...