Reconozco que he seguido el debate de investidura, y no por obligación, ya que la faena de resumírselo luego a ustedes en el periódico le ha tocado a otros compañeros. Puede que tenga una vena masoquista al no salir corriendo cuando aparece uno de estos por la tele, pero siempre espero de nuestros parlamentarios toques de ingenio y humor de esos que pasan a la posteridad. Como cuando José María Gil Robles, según unos, o Indalecio Prieto, según otros, estaba dando un discurso durante la Segunda República y alguien de la oposición le gritó desde la bancada: "Usted es de los que todavía lleva calzoncillos de seda", a lo que el político contestó con aquella frase mítica de: "No sabía que su esposa fuera tan indiscreta". Hay otra respuesta igualmente sublime de Winston Churchill cuando lady Astor, primera mujer que ocupó un escaño en la Cámara de los Comunes, le dijo: "Si usted fuera mi marido, le pondría veneno en el té", a lo que el primer ministro respondió con parsimonia: "Si usted fuera mi esposa... me lo bebería". No es que aspire yo a tener a un Groucho Marx en la tribuna de oradores, pero mi ingenuidad me crea unas expectativas inalcanzables. ¿Se imaginan que Rivera dijera algo como "Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente"? ¿Que Rajoy se dirigiera a los socialistas con un "disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien"? ¿Que Sánchez le espetara al presidente en funciones: "Nunca olvido una cara pero con la suya voy a hacer una excepción"? A mí me tendrían ya ganada para los restos. Pero, claro, Groucho no era español y, lo que es peor, no está vivo, así que no vamos a aspirar a tanto.

Ya sé que lo que debería interesarnos en realidad de debates como este es el contenido de los discursos, las propuestas, las promesas, los diagnósticos... más allá de los juegos dialécticos, pero ¿qué quieren? A estas alturas es imposible tomarlos en serio. Todo lo oímos hace unos meses pero al revés, lo que dicen no tiene mucho que ver con lo que hacen y, encima, nadie va a convencer a nadie, sino a hacer una buena actuación. Todos sabemos, y ellos los primeros, que esto no es más que un teatro en que se repiten las funciones. Por eso, por lo menos, deberían intentar presentar un guion que nos saque del aburrimiento.