La suerte está echada y y hoy es el día en que la sesión de investidura de Rajoy llegará a su desenlace definitivo, al menos por ahora, con el candidato del PP mordiendo el amargo polvo de la derrota, salvo milagro, o lo que fuese, de última hora. Pero los resultados del miércoles no dejan lugar a dudas. Hoy se van a repetir, previsiblemente, y habrá que volver a iniciar el proceso, sin Gobierno mientras, cosa que por lo demás a la mayoría de la población le tiene absolutamente sin cuidado, pues muchos son de la misma opinión expresada el miércoles por Pedro Sánchez, el líder socialista: que más vale no tener Gobierno que tener un mal Gobierno. Lo cual conduce casi inexorablemente a unas terceras elecciones que todos ya aceptan, sean el 18 o el 25 de diciembre.

Por lo que se dijo y por lo que se vio y se oyó en el Congreso en la jornada de la primera votación parece que todos los partidos están dispuestos a ello, puede que el PP el primero. El único que no quiere volver a las urnas es Rivera, el candidato de C´s, dada la debacle que se le avecina y de ahí su esfuerzo inútil por templar gaitas y quedar bien con todos. Desde Unidos Podemos, un Pablo Iglesias que a veces confundió su discurso con un mitin, incluso con el puño cerrado, le vaticinó el fin, mientras repartía estopa en gran cantidad y a partes iguales a Rajoy y a Rivera, volviendo a agresividades anteriores. Solo cambió el tono con el PSOE, al dar las gracias a Sánchez por no haber cedido a las presiones internas y externas y mantener y aun ampliar el rechazo a un Gobierno de Rajoy.

Realmente, fue el líder socialista el más ecuánime y coherente, exponiendo con sentimiento y razones la postura de su partido y manteniendo el tipo cuando un Rajoy tocado y casi hundido por los ataques de unos y otros -siendo los más duros, junto con Iglesias, los portavoces nacionalistas negando al PP el pan y la sal - decidió despertar de la siesta de la tarde anterior con su soporífera y burocrática intervención y saltar a la arena, enfrentándose a unos y otros en un cuerpo a cuerpo en el que siempre salió perdiendo pero al menos tuvo recursos bastantes para replicar, sin que ello menguase esa sensación que produce de político amortizado y acabado. En su defensa salió como pudo, aun manteniendo una ligera crítica para disimular, un Rivera que volvió a poner en evidencia lo tantas veces demostrado en sus comparecencias televisivas: que le falta un hervor, un nivel de madurez política.

Ahora, al confirmarse hoy el fallido intento de investidura, restan dos meses por delante antes de disolver las Cámaras y convocarse nuevas elecciones. El rey volverá a celebrar una ronda de consultas con los líderes de todos los partidos parlamentarios y designará un candidato que seguramente vuelva a ser Rajoy, confiado el del PP en que al final pueda pactar en octubre con el PNV. A no ser que Sánchez contara ya entonces con apoyos suficientes, algo muy difícil, casi imposible de suceder, pues tendría que llegar a acuerdos con Podemos y contar con el voto a favor de todos los nacionalismos, incluidos los del independentismo, o con la abstención de C´s, algo que jamas se producirá, por razones obvias.