Con la enhorabuena y las felicitaciones que se merecen las reinas de las fiestas que se han celebrado y que aún quedan celebrar este año, voy a referirme a la protagonista y señora de tantas romerías y festejos religiosos y populares que a lo largo y ancho de la provincia se han sucedido y se suceden a lo largo del año. Me refiero a la Virgen Santa María.

Esos lugares y advocaciones son presentados en los libros como miradores al cielo, y también como puntos luminosos de una realidad histórica, cultural y religiosa que puede servir de referencia a mujeres y hombres que busquen la orientación y el apoyo de sus raíces. Cada uno de esos libros está "dirigido principalmente al hombre de la calle, que va por la vida deprisa, con poco tiempo y mucho que hacer; puede sugerir algunas cosas y abrir pistas para nuestra historia y cultura, íntimamente vinculadas al Evangelio", escribió el autor de uno de esos libros.

A lo largo de los últimos dieciocho siglos, desde el Concilio de Nicea, del año 325, que hace oficial en la Iglesia el título de Madre de Dios a la Virgen María, se ha ido madurando todo un sinfín de manifestaciones artísticas que culminan en ejemplos de escultura, o en pinturas magníficas que "acercan lo divino a la tierra". Otras muchas expresiones de cultura popular, así como fiestas, costumbres, romerías y nada menos que decenas de santuarios y cientos de templos parroquiales, monasterios y ermitas, repartidos por toda la historia y la geografía de Zamora, han encauzado y todavía siguen siendo canal de las esperanzas, alegrías, peticiones, consuelos y agradecimientos que los zamoranos buscan y tributan a la mujer, madre de todos, que es la Virgen María. Por eso ella sigue siendo para muchos, año tras año, la reina de todas las fiestas patronales.

Ángel García Prieto