Leo en la prensa local de 3 de enero de 1901 que el Gobierno que presidía el general Azcárraga inauguraba el nuevo siglo con una crisis: el presidente era combatido por sus propios amigos, los diputados de la mayoría, a quienes el señor Silvela denominaba suicidas. Azcárraga se encontraba en un terreno minado por la intriga de aquellos y estaba expuesto a un serio fracaso parlamentario.

El general se defendía en el poder, se resistía a aceptar la crisis y retaba a sus enemigos encubiertos, diciéndoles que si creían necesario un cambio de gobierno que tuvieran el valor de presentar contra él un voto de censura.

Los medios de opinión aclaraban que la actitud del señor Azcárraga era digna y lógica: su gobierno no había realizado grandes hechos, pero tampoco los ofreció antes de constituirse. Dijo a los suyos que había llegado al puesto de presidente para que no pasaran de los bancos ministeriales a los de la oposición.

Lo combatían quienes mayor apoyo debían prestarle y lo hacían a la sordina, entre las sombras, y él recordó que, siendo militar antes que político, quería al enemigo de frente y al descubierto, por lo que les animaba a presentar el voto de censura, y así sabría, al ver quiénes lo firmaban, quiénes promovían la guerra.

De suicidas los calificaba el señor Silvela, por cuanto no era de esperar, si el general Azcárraga dejaba el poder, que le sustituyera aquel o permaneciera la situación conservadora por mucho tiempo. Cierto que el partido estaba gastado en las funciones de gobierno, que sentía cansancio y necesitaba ser reemplazado, pero había que "ponerle el cascabel al gato".

Marcelo Azcárraga Palmero había nacido en Manila en 1832, pertenecía al Cuerpo del Estado Mayor. Ocupó durante el Sexenio Revolucionario puestos importantes en la Administración Militar, capitán general de Navarra y Valencia, senador y presidente del Senado, ministro de la Guerra, presidente del Gobierno a la muerte de Cánovas, volvió a ser ministro en el Gobierno regeneracionista de Francisco Silvela, y volvió a ser presidente del Gobierno en octubre de 1900 y en diciembre de 1904.

Ha transcurrido más de un siglo, aquella crisis política pasó y sería difícil enumerar el número de gobiernos que se han sucedido en España a lo largo de ciento dieciséis años. Ha habido de todos los colores y para todos los gustos, pero España ha estado gobernada aunque haya habido lamentables gobiernos.

No creo que la situación actual sea peor que otras antecedentes, pero ya va siendo hora de que España tenga un gobierno y mejor que sea el que nos merecemos.