Una de las virtudes de la democracia estriba en la exigencia de alcanzar determinados umbrales de consenso ciudadano para la toma de las decisiones políticas trascendentales. Cuando ese umbral mínimo no lo dan directamente las urnas con mayorías absolutas o lo suficientemente amplias como para permitir que la fuerza ganadora pueda hacer y deshacer a su conveniencia o libre criterio, es la negociación entre los partidos la que debe cumplir ese papel.

En el inédito escenario dibujado en la España de los últimos meses, pese a las resistencias de los oxidados dirigentes de los partidos mayoritarios, era evidente que no había otro camino que tratar de hacer de la necesidad virtud y de la ausencia de mayorías campo para el diálogo, el debate constructivo y la suma de opciones que permitan formar un gobierno que desbloquee la actual parálisis.

No es algo tan novedoso pese a lo que pareciera a juzgar por la falta de cintura que acreditan Rajoy y Sánchez. En otros comienzos de legislatura tanto PSOE como PP han tenido que negociar respaldos suficientes para alcanzar mayoría. La única diferencia radica en que lo que debería ser más fácil en esta ocasión, resulta sin embargo más complicado por los miopes intereses personales (más incluso que propiamente de partido) que se dan en ambos casos.

En buena lógica política y "patriótica" debería ser más fácil negociar entre las dos grandes fuerzas nacionales justo cuando ha emergido una tercera con ese mismo carácter nacional y que defiende precisamente aquel territorio ideológico con el que ambas contactan. Sin embargo, esta variante está resultando mucho más complicada que cuando de lo que se trataba era de que unos pocos nacionalistas fueran al mercado con la cesta abierta para ir recogiendo prebendas y dineros para sus territorios o inmunidad, libres absoluciones y sueldos para sus partidos y políticos.

Aún así, el elemento bisagra en que ha devenido Ciudadanos, empieza a demostrar sus beneficios para un sistema que tenía ya hastiada a buena parte del cuerpo electoral, sin que a esa bondad le reste un ápice el hecho de que por turnos, primero uno y luego el otro de los "dos grandes", lo hayan convertido en diana favorita para sus torpedos.

Marcar criterios base para la negociación centrados en la regeneración institucional y centrar las propuestas de negociación en las líneas troncales de actuación en política, economía y equilibrio social son la verdadera novedad frente a la acostumbrada imposición unilateral (incluso en contra del propio programa de Gobierno como en los años de Rajoy o en contra de la realidad y el sentido común como en los últimos años de Zapatero) o frente al crudo chantaje de los partidos nacionalistas.

Negociar consiste en sentarse, hablar, discutir y buscar las zonas grises de intersección entre intereses divergentes pero con un fin último común, el beneficio de la nación. Conseguirlo será un éxito para todos. El de haber hecho de la necesidad virtud.

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