Allá por los años cincuenta se jugaban en el campo de Pantoja unos partidos de fútbol que yo calificaría de modesta artesanía. El campo de deportes de Pantoja, que ocupaba un terreno entre la actual avenida de las Tres Cruces y la calle Libertad, tenía una pista de juego totalmente de tierra y un graderío con capacidad para poco más de 300 personas; el resto hasta unos dos mil espectadores nos agolpábamos sobre el vallado de madera alrededor de la cancha.

El Atlético de Zamora se jugaba en cada partido el amor propio de cada uno de los jugadores y hasta el honor de la ciudad que representaba. Eran tiempos en los que el equipo tenía que ganar y además por goleada. En la temporada 1950-51, el Atlético ganó al Deportivo Alavés por 6-0. Fueron tantos los goles que el equipo marcó en la temporada que, cuando llegaron al número cien hubo traca que sonó estrepitosamente para celebrarlo.

El Atlético de Zamora, por aquellos años, llegó a jugar la liguilla de ascenso a la Segunda División, que era un solo grupo nacional, nada de A ni B.

Y no crean ustedes que los jugadores cobraban fichajes de fortuna, pues recuerdo que todos tenían una profesión con la que mantenerse: el portero Cobas, que había venido de Galicia, trabajaba como fontanero en el servicio municipal de Aguas; el defensa Manolo, hijo del guarda de la Avenida, era también obrero en el Ayuntamiento, el delantero Tano trabajaba en la Diputación; Angelín tenía un kiosco de prensa. Para ello no era impedimento para que de la cantera local salieran jugadores que luego alcanzaron fama nacional: Joseíto, hijo de pescadero del Mercado de Abastos, llegó a jugar varios años como titular en el Real Madrid. Bernabé, de una ferretería que hubo en la avenida de Portugal, fue jugador del Real Zaragoza.

Por ejemplo, una alineación de la temporada 1953-54, era: Cobas, Jorgito, Angelín, Manolo, Utrilla, Armando, Chillón, Alberto, Manolín, Jaro y Zúñiga.

Ya en los cuarenta, el Atlético de Zamora hizo partidos en el campo de Pantoja que llegaron a ser de antología: derrotar a la Gimnástica Segoviana por 4-0 tenía su importancia. Se alineaban: Argüelles, Teján, Velasco, Iván, Muntané, Cebal, Tano, Joseíto, Clavero, Sosa y Gómez.

Por aquella época era yo un aficionado que llegué a ser socio del Atlético de Zamora. En el bar Águila, de la calle Viriato, tenía la sede el club. Allí acudíamos a pagar los recibos de asociados y también a comprar las entradas de venta anticipada.

Hoy, mi actitud es más sosegada para el fútbol y cualquier otro deporte. La juventud pasó y de aquellos entusiasmos solo queda el recuerdo.