Dice Saturio, hombre tenaz y perseverante, que la izquierda se ha apropiado de la ética y de la calle de tal forma que solo ellos, la izquierda, se consideran legitimados para juzgar los comportamientos democráticos de los demás, y solo ellos pueden ocupar las calles para expresar su descontento.

Saturio basa sus aseveraciones en la observación de los comportamientos más que en los principios teóricos. No es un academicista, desde luego, aunque no por ello rechaza el valor de los pensadores.

Hace solo unas semanas cuando de nuevo Pablo Iglesias se autocalificó el "macho alfa" y expresaba su deseo de "azotar hasta que sangrase" a una presentadora de televisión, Saturio me decía: "¿te imaginas que semejante barbaridad la hubiese dicho un dirigente de la derecha? Habría tenido que dimitir de forma inmediata y no encontraría lugar donde cobijarse ante las multitudinarias manifestaciones de todo tipo de colectivos, feministas, animalistas, artistas? y todo el amplio abanico de la izquierda social". La izquierda mediática le habría dedicado centenares de portadas, y la izquierda política estaría exigiendo la dimisión no solo del autor de tal desatino, sino también la de Rajoy por haber tenido en su partido a semejante personaje.

Pero amigo, Pablo Iglesias es el líder de la izquierda radical y eso le exime de cualquiera de estas exigencias. Seguramente es esta la razón por la que buena parte de la izquierda (Iglesias, Garzón e incluso algunos dirigentes socialistas) han alzado la voz porque la Junta Electoral no ha permitido que el terrorista Otegui, condenado e inhabilitado por la Justicia, pueda ser candidato en las próximas elecciones vascas. Esta izquierda que tan exigente se muestra con cualquier candidato o cargo público del PP relaja sus exigencias cuando se trata de personajes como Otegui e Iglesias.

Esa apropiación de los principios democráticos es la que le lleva a decir que el asalto a una iglesia católica es el ejercicio democrático de la libertad de expresión, que una corrida de toros es un intolerable acto de maltrato animal, que el chavismo venezolano es el modelo a seguir en el sur de Europa o que se venere la figura de Fidel Castro que lleva 55 años oprimiendo a los cubanos con una insoportable dictadura.

Más que las extravagancias de estos personajes me preocupa la deriva hacia la que están arrastrando al PSOE sus actuales dirigentes; porque si en Madrid, en Barcelona, en Valencia y en numerosas ciudades y pueblos de España están sucediendo estas cosas es porque Pedro Sánchez lo permite con su apoyo.

Una larga lista (cada vez más larga) de socialistas de acreditada solvencia, encabezada por Felipe González, viene alertando a Sánchez sobre la apremiante necesidad de que el PSOE vire su rumbo y que retorne a la senda que hizo del socialismo un elemento fundamental en el desarrollo y estabilidad de España durante los últimos 40 años.

Pero Sánchez parece obstinado en no escuchar más voces que la suya y la de aquellos que él mismo ha colocado a su alrededor. No tengo claro si es la preocupación por su futuro personal, o la inquina manifiesta que siente hacia Rajoy la que le mantienen en esa incomprensible actitud que arrastra al PSOE, y a él mismo hacia el abismo y que mantiene a España en un inaceptable bloqueo. Quizá sean ambas cosas a la vez

(*) Senador por Zamora