Mientras disfrutaba de unos días de vacaciones en Barcelona, he conocido que la cooperativa Cobadú ha inaugurado, con la presencia del presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, la ampliación de sus instalaciones, lo que supone que el desarrollo de la primera cooperativa de la región y una de las principales de España avanza con paso firme. Me alegro por los socios y por el trabajo que vienen desempeñando sus técnicos y dirigentes, aunque de manera muy especial por su gerente, el amigo Rafa Olea. Todos han demostrado con hechos que el sistema cooperativo es un magnífico instrumento de desarrollo rural. Y también me satisface porque Cobadú se ha encaramado al podio del sistema cooperativo español, siendo un magnífico ejemplo para todos aquellos que creen que en Zamora no hay proyectos innovadores. Pues sí, los hay. Por tanto, ojalá que todos pudiéramos aprender de esta experiencia tan importante.

Coincidiendo con mi estancia en Barcelona ha empezado lo que muchos estaban esperando: la liga de fútbol. Aunque no suelo ir a los estadios, en esta ocasión no me pude librar de visitar el Camp Nou, el recinto donde el Barcelona inauguraba la competición contra el Betis. He de confesar que la experiencia fue inolvidable, no solo porque el espectáculo del balompié siempre me haya atraído o, en este caso, por la grandiosidad del estadio culé, el más grande de España, sino porque pude comprobar toda la parafernalia que rodea al fútbol: peñas, cánticos, medios de comunicación, negocios paralelos, chavales ansiosos por ver y tocar a sus ídolos, etc. Mientras el balón rodaba por el césped y los goles iban subiendo al marcador oficial, desde la tribuna superior del estadio reflexionaba también sobre la trayectoria que ha seguido el fútbol, que se ha convertido en uno de los negocios más importantes de la sociedad de consumo y, para muchos, en una nueva religión de masas al servicio de intereses extradeportivos.

Al mismo tiempo, y cuando mis vacaciones están a punto de finalizar, me he topado con varios reportajes sobre el estrés posvacacional, un concepto que se ha puesto de moda y que, al menos en mi caso, me produce cierto cabreo. Y ello porque muchos individuos encajan con muy mal humor la vuelta a las actividades laborales, siendo incapaces de asumir la rutina diaria tras las vacaciones. Y me cabreo porque en las actuales circunstancias de crisis económica y desempleo, soy incapaz de entender que algunos hombres y mujeres se lamenten del regreso al trabajo y justifiquen su decaimiento personal, su mal humor o sus conductas irascibles diciendo que son fruto del estrés postvacacional. Quienes se quejan tanto por los efectos del citado estrés, que se pongan en la piel de quienes han perdido un empleo reciente, llevan en las colas del paro meses y meses o están en la cuerda floja pendientes de una posible reestructuración de empleo. Y luego que compartan la experiencia: el estrés se habrá ido a toda pastilla.